Dedicado a la imprenta y a la administración de la revista “Escapulario del Carmen” (1956–2010)
El 15 de octubre del 2010 Dios llamó a su presencia a nuestro hermano Fray Eduardo Sánchez Muñoz. Una especie de sacudida interior o de vacío personal profundo me invade sin saber explicar la ausencia del hermano y amigo, que por la fe, sé que se encuentra con Dios.
Fray Eduardo nació el 13 de octubre de 1936, en Villaralto (Córdoba), en los primeros meses de la guerra civil. Con todo lo que significaba de penuria. A los dos años según he oído de sus labios infinidad de veces le dio la «poliomielitis».
Creo que su madre lo encontró en la cama hecho un ovillo y dio un grito estridente, al verlo en aquel estado, que se le grabó en su memoria de niño para siempre. De hecho quedó muy mermado físicamente. Le cogió el brazo derecho y la pierna izquierda. Le cruzó el cuerpo quedando muy limitado.
Se quedó huérfano pronto, inició sus estudios para los que estaba bien dotado, y los perfeccionó en Córdoba a la sombra de las Hijas de la Caridad y de los Salesianos. Vivió su niñez y su juventud en aquellos años difíciles para todo el mundo en España, y en su corazón se fue engendrando la vocación religiosa que él consideró como el don más grande que había recibido de Dios, después de la vida y de la fe cristiana. La iglesia del Cristo de lo faroles de Córdoba y otros templos guardan recuerdos de su oración personal intima madurando la vocación.
Los primeros pasos de Fray Eduardo en el Carmelo estuvieron teñidos de gozo y de cruz. De gozo porque veía la realización de su vida por los caminos de Dios y del Evangelio. Y de cruz por los tragos amargos que tuvo que pasar. EI Código de Derecho Canónico señalaba ciertos defectos físicos, para los que querían emprender el camino del sacerdocio y de la vida religiosa. Fue víctima de estas exigencias en aquellos momentos. Dios lo permitió. Tenía cerca de 20 años. De Hinojosa del Duque se encaminó a Jerez en el otoño de 1956. Dios en su providencia amorosa le deparó un religioso que sería su compañero, amigo, hermano y hasta un poco padre y madre. Fue su Ángel de la Guarda. Por algo se llamaba Ángel Montero Izquierdo. Ya están los dos en el cielo en menos de un año.
Los dos tuvieron por maestro y modelo a Fray José Leal Navas, un hombre responsable, inteligente, trabajador y piadoso. Un religioso de cuerpo entero. Con talla de santo. Incluso para haber iniciado un proceso de beatificación, o al menos, para que hubiera quedado una memoria más viva entre nosotros. Muchas veces le oí decir a Fray Ángel que habíamos sido injustos o negligentes con aquella persona que nos trazó el camino de la santidad tan claramente con su propia vida. Fray Eduardo bebió de aquella misma fuente.
El distintivo de la vida de Fray Eduardo, a pesar de estar tan mermado, fue su trabajo de cada día. Siempre al pie del cañón, como suele decirse. En trabajos humildes, sencillos, anónimos y sacrificados. Sobre todo realizó su trabajo en la administración de nuestra revista Escapulario del Carmen.
Además de la Revista atendía la portería y el teléfono del convento. Una labor diaria y durante tantos años suponía un servicio inestimable para la comunidad.
Su vida de religioso fue fervorosa. Viviendo la época de renovación y de cambio que vivió la Iglesia, a raíz del Concilio Vaticano II. Sabiendo que los valores esenciales permanecen siempre. Se alimentaba diariamente de la Eucaristía. Lo hizo hasta el último día de su vida. Sin sospechar que aquella mañana del día 15, fiesta de Santa Teresa de Jesús, recibía al Señor por última vez, de manos del P. José Donaire González.
Todas las personas que llegaron a conocerle le tenían una gran estima. Los pobres que socorría lloraron su despedida. Este hijo de Villaralto (Córdoba), cuna antaño de pastores, gentes buenas y sencillas, y paisano del P. Carmelo Moyano, cuya beatificación ya está cercana, nos ha edificado con la riqueza de su pobreza.
Cierro estas líneas con estas palabras hechas oración: Fray Eduardo, pide por todos nosotros. Por nuestra Revista, los que trabajamos en ella, sus suscriptores y lectores, por las vocaciones al Carmelo. Por los pobres y humildes de la tierra, que son mayoría. Y por todos los que llevan a cuestas la cruz de cada día, como tú llevaste tu «palio» desde niño, hasta que nos llegue el día de nuestra Pascua. Descansa en paz, y desde Dios y Ntra. Santísima Madre del Carmen, acuérdate de nosotros. Amén.
(Publicado en la Revista Escapulario del Carmen del mes de diciembre de 2010)
Alfonso Moreno, 0. Carm.