Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada – Al servicio de la Iglesia, la fe y la cultura – Jerez de la Frontera

Domingo, 17 Marzo 2024

Quinto Domingo de Cuaresma
Queremos ver a Jesús
Juan 12, 20-33

1. Oración inicial

Escucha, ¡oh Padre! nuestra súplica: te pedimos que envíes tu Espíritu con abundancia, para que sepamos escuchar tu voz que proclama la gloria de tu Hijo que se ofrece para nuestra salvación. Haz que de esta escucha atenta y comprometida, sepamos hacer germinar en nosotros una nueva esperanza para seguir a nuestro Maestro y Redentor con total disponibilidad, aún en los momentos difíciles y obscuros. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

2. Lectura

a) El contexto:

Estamos al final del «libro de los signos», que es la clave interpretativa que usa Juan en su Evangelio y ya se está perfilando el encuentro mortal entre la clase dirigente y Jesús. Este pasaje es como un broche entre lo que hasta ahora Juan ha contado y se concluye con esta aparición de las «gentes» (señalados por estos «griegos») y lo que está por suceder. Los próximos sucesos Juan los subdivide en dos ámbitos. El primer ámbito es el diálogo con sólo los discípulos, en el contexto de la cena pascual (cc 13-17); el otro ámbito será la escena pública de la pasión y después la aparición del resucitado (cc 18-21). Este episodio, quizás no es del todo real: quiere señalar que la apertura a las gentes ha comenzado ya con Jesús mismo. No se trata tanto de andar a convencer a los otros de cualquier cosa, sino de acoger ante todo su búsqueda y llevarla a la madurez. Y esta madurez no llega sino con la colaboración de los otros y con un diálogo con Jesús. No se dice si Jesús ha hablado a estos griegos: el texto parece abreviar la narración, haciendo llevar pronto a la evidencia a qué «tipo» de Jesús se deben acercar aquéllos que lo buscan. Se trata del Jesús que ofrece la vida, que da frutos a través de la muerte. No, por tato, un Jesús «filósofo», «sabio»; sino ante todo aquél que no está atado a la propia vida, sino que la ha dado y se ha puesto al servicio de la vida de todos. Los versículos 27-33, que manifiestan la angustia y la turbación de Jesús frente a la muerte inminente, se llaman también «el Getsemaní del IV Evangelio» en paralelo con la narración de los Sinópticos sobre la vigilia dolorosa de Jesús en el Getsemaní: Como sucede con el trigo: sólo quebrantándose y muriendo puede liberar toda su vitalidad; así muriendo Jesús mostrará todo su amor que da vida. La historia de la semilla es la historia de Jesús, y de todo discípulo que quiere servirlo y tener vida en Él.

b) El texto

²⁰Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. ²¹Éstos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús.» ²²Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. ²³Jesús les respondió: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. ²⁴En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. ²⁵El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. ²⁶Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. ²⁷Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! ²⁸Padre, glorifica tu Nombre». Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré». ²⁹La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.» ³⁰Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. ³¹Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será derribado. ³²Y yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.» ³³Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.

3. Un momento de silencio orante

para releer el texto con el corazón y reconocer a través de las frases y de la estructura la presencia del misterio del Dios viviente.

4. Algunas preguntas

para recoger del texto los núcleos importantes y comenzar a asimilarlos.

a) Felipe y Andrés ¿por qué han sido interpelados precisamente ellos?

b) ¿Qué buscaban verdaderamente estos «griegos»?

c) ¿Recibimos también nosotros a veces preguntas semejantes sobre la fe, la Iglesia, la vida cristiana?

d) No parece que Jesús se haya encontrado con estos «griegos»; pero ha confirmado su próxima «hora»: ¿por qué ha hablado de esta manera?

e) ¿Quería Jesús que respondiesen con fórmulas? ¿O más bien con testimonios?

5. Algunas profundizaciones en la lectura

«Señor, queremos ver a Jesús»

• Se trata de una pregunta que hacen algunos «griegos» a Felipe. De ellos se dice que » subían a adorar en la fiesta». Probablemente son aquellos «timoratos de Dios» de los que se habla con frecuencia en los textos neotestamentarios; simpatizantes de la religión hebrea, aunque sin ser verdaderos judíos. Pudieran también ser de origen sólo siro fenicio, como indica con la misma palabra Marcos (7,26), cuando habla de la mujer que pedía la curación de su hija. En la petición de ellos podemos encontrar solo curiosidad por acercarse a un personaje famoso y discutido. Pero el contexto en el que nos lo presenta Juan, esta búsqueda señala por el contrario que buscaban de verdad, con corazón abierto. Tanto es así que ellos son presentados tan pronto como se ha dicho: «Ya véis que todo el mundo se va en pos de Él» (Jn 12,19) Y luego la noticia es comentada por Jesús como el «llegar la hora del Hijo del hombre». El hecho de que se hayan dirigido a Felipe, y éste los envíe a Andrés, es debido al hecho de que los dos eran de Betsaida, una ciudad donde la gente estaba mezclada, y se necesitaba entenderse en varios idiomas. Los dos personajes representan de todos modos dos sensibilidades: Felipe es más tradicionalista (como se ve por su frase después de haber conocido a Jesús (Jn 1, 45): mientras que Andrés, que ya había participado en el movimiento de Juan Bautista, era de carácter más abierto a lo nuevo (cfr Jn 1, 41). Para indicar que la comunidad que se abre a los paganos, que acoge la solicitud de quien busca con corazón curioso, es acogida por una comunidad que vive en su variedad de sensibilidades.

«Si el grano de trigo no cae en tierra…»

• La respuesta de Jesús parece menos interesada a los griegos, que deseaban verlo, y más orientada hacia todos, discípulos y griegos. Él ve abrirse las fronteras, siente la tumultuosa adhesión de las gentes; pero quiere llamar la atención que esta fama que le rodea, esta «gloria» que quisieran conocer de cerca, es de otro género de aquélla que ellos quizás se esperaban. Se trata de una vida que está por ser destruida, de una «palabra» que viene silenciada, quebrantada hasta la muerte, sepultada en las entrañas del odio y de la tierra, para hacerla desaparecer. Y en vez de ver una gloria al estilo humano, están delante de una «gloria» que se desvela a través del sufrimiento y la muerte. Vale para ellos, pero vale también para toda comunidad cristiana que quiere abrirse a «los griegos»: debe «consultar» con el Señor, o sea, debe estar en contacto con este rostro, con esta muerte por la vida, debe dar la propia contemplación del misterio y no sólo aportar nociones. Debe vivir el verdadero despojo de las seguridades y de las gratificaciones humanas, para poder servir al Señor y recibir, también él, honor del Padre. El apego a la propia vida y a la sabiduría humana – y en el mundo griego éstos eran valores fuertes – es el verdadero obstáculo al verdadero «conocimiento de Jesús». Servir al nombre del Señor, acoger la solicitud de quien «lo busca», llevar a Jesús a estos buscadores, pero sin vivir el estilo del Señor, sin dar sobre todo testimonio de compartir la misma elección de vida, el mismo don de la vida, no sirve para nada.

«Ahora mi alma está turbada»

• Esta «agitación» de Jesús es un elemento muy interesante. No es fácil sufrir, la carne se rebela, la inclinación natural te hace huir del sufrimiento. También Jesús ha sentido esta repugnancia, ha sentido horror, delante de una muerte que se perfilaba dolorosa y humillante. En su pregunta «¿qué voy a decir?», podemos sentir este escalofrío, este miedo, esta tentación de sustraerse a una muerte semejante. Juan coloca este momento difícil antes de la última cena; los sinópticos, por el contrario, lo colocan en la oración del Getsemaní, antes de la captura (Mc 14, 32-42; Mt 26, 36-46; Lc 22, 39-46). En todo caso, todos está concordes en subrayar en Jesús este temblor y fatiga, que lo asemeja a nosotros, frágil, lleno de miedo. Pero Él afronta esta angustia «confiándose» al Padre, reclamando para sí mismo que este es su proyecto, que toda su vida tiende precisamente a esta hora, que se revela y se asume. El tema de la hora – lo sabemos bien – es muy importante para Juan: véase la primera afirmación en las bodas de Caná (Jn 2,4) y luego más frecuentemente (Jn 4, 21; 7,6.8.30; 8,20; 11,9; 13,1; 17;1). Se trata, no sólo de un tiempo puntual, cuanto de una circunstancia decisiva, hacia la cuál todo se orienta.

«Atraeré a todos hacia mí»

• Puesto fuera de la violencia homicida de la que se sentía amenazado, esta suspensión de la cruz se convierte en una verdadera entronización, o sea, una colocación buena en vista de aquél que es para todos salvación y bendición. De la violencia que lo quería marginar y quitar del medio, se pasa a la fuerza centrípeta ejercida por aquella imagen del entronizado. Se trata de «un atraer» que se engendra no por curiosidad, sino por amor; será suscitador de discipulado, de adhesión en todos aquéllos que sabrán andar más allá del hecho físico, y verán en Él la gratuidad hecha totalidad. No será la muerte ignominiosa la que alejará, sino que se convertirá en fuente de atracción misteriosa, gramática que abre nuevos sentidos por la vida. Una vida entregada que genera vida; una vida sacrificada que genera esperanza y nueva solidaridad, nueva comunión, nueva libertad.

6. Salmo 125

Cuando Yahvé repatrió a los cautivos de Sión, nos parecía estar soñando; entonces se llenó de risas nuestra boca, nuestros labios de gritos de alegría. Los paganos decían: ¡Grandes cosas ha hecho Yahvé en su favor! ¡Sí, grandes cosas ha hecho por nosotros Yahvé, y estamos alegres!

¡Recoge, Yahvé, a nuestros cautivos, sean como torrentes del Negueb! Los que van sembrando con lágrimas cosechan entre gritos de júbilo.

Al ir, van llorando, llevando la semilla; y vuelven cantando, trayendo sus gavillas.

7. Oración final

¡Señor Dios nuestro!, aparta a los discípulos de tu Hijo de los caminos fáciles de la popularidad, de la gloria a poco precio, y llévalos sobre los caminos de los pobres y de los afligidos de la tierra, para que sepan reconocer en sus rostros el rostro del Maestro y Redentor. Da ojos para ver los senderos posibles a la justicia y a la solidaridad; oídos para escuchar las peticiones de salvación y salud de tantos que buscan como a tientas; enriquece sus corazones de fidelidad generosa y de delicadeza y comprensión para que se hagan compañeros de camino y testimonios verdaderos y sinceros de la gloria que resplandece en el crucificado, resucitado y victorioso. Él vive y reina glorioso contigo, oh Padre, por los siglos de los siglos.

Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)