Martes de la Octava de Pascua
1) Oración inicial
Tú, Señor, que nos has salvado por el misterio pascual, continúa favoreciendo con dones celestes a tu pueblo, para que alcance la libertad verdadera y pueda gozar de la alegría del cielo, que ya ha empezado a gustar en la tierra. Por nuestro Señor.
2) Lectura del santo Evangelio según Juan 20,11-18
Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.» Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.» Jesús le dice: «María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní -que quiere decir: «Maestro»-. Dícele Jesús: «Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.» Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: «He visto al Señor» y que había dicho estas palabras.
3) Reflexión
• El evangelio de hoy describe la aparición de Jesús a María Magdalena. La muerte de su gran amigo lleva a María a perder el sentido de la vida. Pero ella sigue buscando. Se va al sepulcro para encontrar a aquel que la muerte le había robado. Hay momentos en la vida en los que todo se desmorona. Parece que todo se ha terminado. ¡Muerte, desastre, enfermedad, decepción, traición! Tantas cosas que pueden llevar a que falte tierra bajo los pies y a jugarnos una crisis profunda. Pero también acontece lo siguiente. Como que de repente, el reencuentro con una persona amiga puede rehacer la vida y hacernos descubrir que el amor es más fuerte que la muerte y la derrota.
• El Capítulo 20 de Juan, además de la aparición de Jesús a la Magdalena, tras varios otros episodios que revelan la riqueza de la experiencia de la resurrección: (a) del discípulo amado y de Pedro (Jn 20,1-10); (b) de María Magdalena (Jn 20,11-18); (c) da comunidad dos discípulos (Jn 20,19-23) y (d) del apóstol Tomás (Jn 20,24-29). El objetivo de la redacción del Evangelio es llevar a las personas a creer en Jesús y, al creer en él, tener vida (Jn 20,30-31).
• En la manera de describir la aparición de Jesús a María Magdalena se ven las etapas de la travesía por la que tuvo que pasar, desde la búsqueda dolorosa hasta el reencuentro de la Pascua. Estas son también las etapas por las que pasamos todos nosotros, a lo largo de la vida, en nuestro camino hacia Dios y en la vivencia del Evangelio.
• Juan 20,11-13: María Magdalena llora, pero busca. Había un amor muy grande entre Jesús y María Magdalena. Ella fue una de las pocas personas que tuvieron el valor de quedarse con Jesús, hasta la hora de su muerte en la cruz. Después del reposo obligatorio del sábado, ella volvió al sepulcro para estar en el lugar donde había encontrado al Amado por última vez. Pero, vio con sorpresa ¡que el sepulcro estaba vacío! Los ángeles le preguntan: «¿Por qué lloras ahora?» Respuesta: «Se llevaron a mi señor y nadie sabe dónde lo pusieron.” María Magdalena buscaba a Jesús, aquel mismo Jesús que ella había conocido y con quien había convivido durante tres años.
• Juan 20,14-15: María Magdalena conversa con Jesús sin reconocerle. Los discípulos de Emaús ven a Jesús y no le reconocen (Lc 24,15-16). Lo mismo acontece con María Magdalena. Ve a Jesús, pero no le reconoce. Piensa que es el encargado del huerto. Como los ángeles, también Jesús pregunta: «¿Por qué lloras?» Y añade: «¿A quién estás buscando?» Respuesta: «Si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.” Ella sigue buscando al Jesús del pasado, el mismo de los tres días antes. Es la imagen de Jesús del pasado la que le impide reconocer al Jesús vivo, presente ante ella.
• Juan 20,16: María Magdalena reconoce a Jesús . Jesús pronuncia el nombre: «¡María!» Fue la señal de reconocimiento: la misma voz, la misma manera de pronunciar el nombre. Ella responde: «¡Maestro!» Jesús había vuelto, el mismo que había muerto en la cruz. La primera impresión es que la muerte había sido apenas un momento doloroso a lo largo del recorrido, pero que ahora todo había vuelto a ser como antes. María abraza a Jesús con fuerza. Era el mismo que ella había conocido y amado. Se realiza lo que decía la parábola del Buen Pastor: «El las llama por su nombre y ellas le reconocen». – «Yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen» (Jn 10,3.4.14).
• Juan 20,17-18: María Magdalena recibe la misión de anunciar la resurrección a los apóstoles. De hecho, es el mismo Jesús, pero la manera de estar junto a él no es la misma. Jesús le dice: «Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre.” Él va junto al Padre. María Magdalena debe soltar a Jesús y asumir su misión: anunciar a los hermanos que él, Jesús, subió para el Padre. Jesús abrió el camino para nosotros y hace que Dios se quede de nuevo cerca de nosotros.
4) Para la reflexión personal
• ¿Has tenido una experiencia que te ha dado una sensación de pérdida y de muerte? ¿Cómo fue? ¿Qué es lo que te ha dado nueva vida y te ha devuelto la esperanza y la alegría de vivir?
• ¿Qué cambio tuvo lugar en María Magdalena a lo largo del diálogo? María Magdalena buscaba a Jesús según un cierto modo y lo vuelve a encontrar de otra forma. ¿Cómo acontece esto hoy en nuestra vida?
5) Oración final
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperarnos de ti. (Sal 32)
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)