Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada – Al servicio de la Iglesia, la fe y la cultura – Jerez de la Frontera

Lunes, 20 Mayo 2024

Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, memoria obligatoria

1) Oración inicial

Padre, mantén ante nosotros la sabiduría y el amor que has revelado en tu Hijo. Ayúdanos a ser como Él en palabra y obra, porque él vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

2) Lectura del santo Evangelio según Juan 19: 25-34

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Cuando Jesús vio a su madre y al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y a partir de esa hora el discípulo la llevó a su casa. Después de esto, consciente de que ya todo había terminado, para que se cumpliera la Escritura, Jesús dijo: «Tengo sed». Había una vasija llena de vino común. Así que le pusieron una esponja empapada en vino en una ramita de hisopo y se la llevaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vino, dijo: «Consumado es». E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Ahora que era día de preparación, para que los cuerpos no permanecieran en la cruz en sábado, porque el sábado de esa semana era solemne, los judíos le pidieron a Pilato que les rompiera las piernas y los bajara. Entonces vinieron los soldados y le rompieron las piernas al primero y luego al otro que estaba crucificado con Jesús. Pero cuando llegaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que un soldado le clavó la lanza en el costado e inmediatamente brotó sangre y agua.

3) Reflexión

Jn 19, 25-29: María, la mujer fuerte que comprendió el sentido pleno de este acontecimiento, nos ayudará a dirigir una mirada contemplativa al crucificado. El cuarto evangelio especifica que estos discípulos «estaban junto a la cruz» (Jn 19, 25-26). Este detalle tiene un significado profundo. Solo el cuarto Evangelio nos dice que estas cinco personas estaban junto a la cruz. Los otros evangelistas no lo dicen. Lucas, por ejemplo, dice que todos los que lo conocieron siguieron los hechos desde la distancia (Lc 23, 49). Mateo también dice que muchas mujeres siguieron estos eventos desde lejos. Estas mujeres habían seguido a Jesús desde Galilea y le habían servido. Pero ahora lo seguían de lejos (Mt 27: 55-56). Como Mateo, Marcos nos da los nombres de los que siguieron desde lejos la muerte de Jesús (Mc 15, 40-41). Así, sólo el cuarto Evangelio dice que la madre de Jesús y las otras mujeres y el discípulo amado «estaban junto a la cruz». Se quedaron allí como sirvientes ante su rey.

• Jn 19, 30-34: Están presentes con valentía en un momento en el que Jesús ya ha declarado que «se ha cumplido» (Jn 19, 30). La madre de Jesús está presente en la hora que finalmente «ha llegado». Esa hora fue predicha en las bodas de Caná (Jn 2, 1ss). El cuarto evangelio había señalado entonces que «la madre de Jesús estaba allí» (Jn 2, 1). Así, la persona que permanece fiel al Señor en su destino, es un discípulo amado. El evangelista mantiene en el anonimato a este discípulo para que cada uno de nosotros se vea reflejado en el que conoció los misterios del Señor, que recostó la cabeza sobre el pecho de Jesús en la última cena (Jn 13, 25). La madre, de pie debajo de la cruz (cf. Jn 19, 25), aceptó el testimonio de amor de su Hijo y acogió a todas las personas en la persona del discípulo amado como hijos e hijas para renacer para la vida eterna.
• Jesús participa activamente en su muerte, no se deja matar como los ladrones a quienes se les rompieron las piernas (Jn 19: 31-33), sino que compromete su espíritu (Jn 19: 30). Los detalles que recuerda el evangelista son muy importantes: al ver a su madre y al discípulo a quien amaba parados cerca de ella, Jesús le dijo a su madre: «Mujer, éste es tu hijo». Luego al discípulo le dijo: «Esta es tu madre». (Jn 19, 26-27). Estas sencillas palabras de Jesús tienen el peso de una revelación, palabras que nos revelan su voluntad: «este es tu hijo» (v. 26); «esta es tu madre» (v. 27). Estas palabras recuerdan también las pronunciadas por Pilato en el Lithostroto: «Este es el hombre» (Jn 19, 5). Con estas palabras, Jesús en la cruz, su trono, revela su voluntad y su amor por nosotros. Él es el cordero de Dios, el pastor que da su vida por sus ovejas. En ese momento, junto a la cruz, da a luz a la Iglesia, representada por María, María de Cleofás y María Magdalena, junto con el discípulo amado (Jn 19, 25).

4) Para la reflexión personal

• ¿Has vivido ya una experiencia de impotencia ante el mal y la violencia? ¿Ha sido una experiencia sólo tuya o también de la comunidad? ¿Cómo la venciste y te reencontraste a ti mismo/a?
• ¿Cuál es la clase de poder del mal que, hoy, puede ser arrojada sólo con mucha oración?

5) Oración final

La ley de Yahvé es perfecta, hace revivir; el dictamen de Yahvé es veraz, instruye al ingenuo. (Sal 19,8)

Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)