La predicación de Juan el Bautista
para preparar la venida del Reino
Lucas 3,10-18
LECTIO
a) Oración inicial
Ven, oh Espíritu Creador, visita nuestras mentes, llena de tu gracia los corazones que has creado. Sé luz para el entendimiento, llama ardiente en el corazón; sana nuestras heridas con el bálsamo de tu amor. Luz de eterna sabiduría, revélanos el gran misterio de Dios Padre y del Hijo unidos en un solo amor. Amén.
b) Lectura del Evangelio
En aquel tiempo, 10 la gente preguntaba a Juan el Bautista: «Pues ¿qué debemos hacer?» 11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.» 12 Vinieron también publicanos a bautizarse, que le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» 13 Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado.» 14 Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas y contentaos con vuestra soldada.» 15 Como el pueblo estaba expectante y andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo, 16 declaró Juan a todos: «Yo os bautizo con agua; pero está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para bieldar su parva: recogerá el trigo en su granero, pero quemará la paja con fuego que no se apaga.» 18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.
c) Momentos de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestras vidas.
MEDITATIO
a) Clave de lectura
Parte integrante del mensaje evangélico de Lucas es la necesidad de la conversión; metanoia, o sea, el cambiar la propia mentalidad por el modo de pensar y obrar de Dios. Muchas veces encontramos en el Evangelio de Lucas escenas en la que la misericordia de Dios se manifiesta en Jesucristo para los pobres y los humildes de corazón (Lc 1, 46-5; 2, 1-20; 5, 12-31; 6, 17-38).
Estas escenas contrastan con el tratamiento severo reservado a los ricos y orgullosos que tienen el corazón duro y cerrado para Dios y para el prójimo necesitado (Lc 16, 19-31; 17, 1-3).
El texto que nos propone la liturgia dominical, nos presenta esta temática. El pasaje 3, 10-18, es parte de la exposición lucana de la predicación del Bautista como preparación al ministerio de Jesús. Juan Bautista anuncia la venida inminente del día del Señor: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?” (Lc 3,7). Los profetas habían anunciado la llegada de este día de ira y de salvación, como también la venida de un mensajero reconocido como Elías (Sir 48,11), que preparase el camino delante del Señor (Mal 3, 1-5). En la tradición cristiana Juan Bautista es el mensajero que prepara el día de la llegada del Señor, el Mesías: “viene uno que es más fuerte que yo” (Lc 3,16). El ministerio de Juan de hecho se desarrolla en un tiempo de grandes expectativas mesiánicas: “el pueblo estaba expectante” (Lc 3, 15) y pide al Bautista si era él el Mesías. Esta petición se hará también en relación a la persona de Jesús (Lc 9, 7-9; 18-21) que en seguida revela su identidad con la confirmación implícita de la profesión de fe de Pedro.
En los versículos 3,1-18 del evangelio de Lucas, tenemos todo cuanto se refiere al ministerio y la misión de Juan Bautista. Él ha sido enviado para bautizar en señal de arrepentimiento y de predicar la conversión que lleva la salvación: “haced pues obras dignas de conversión” (Lc 3,7); “yo os bautizo con agua” (Lc 3,16). Con su predicación, Juan “anunciaba la buena noticia” (Lc 3,18), que la salvación no estaba reservada para algunos elegidos, sino que se ofrece a todos, incluso a los publicanos y soldados (Lc 3, 10-14) y a todos los que obran con justicia y caridad. Jesús a su vez aclarará más esta verdad con su comportamiento misericordioso hacia los publicanos, los pecadores y los marginados (Lc 7,1-10, 36-50; 17,11-19; 18, 9-14). El tema de la salvación está en los hechos estrictamente ligados a la venida del Reino de Dios, que está en medio de nosotros (Lc 17, 20-21) y tiene una implicación social de justicia, de igualdad entre todas las personas (Lc 3,10-14), por tanto la salvación no es solamente una realidad abstracta e individual, sino real y colectiva. Esta salvación nos viene ofrecida por Dios en aquel que nos bautiza en Espíritu Santo y fuego (Lc 3,16b). “Él tiene el bieldo para limpiar su era y para recoger el trigo en el granero; pero la paja, la quemará con fuego que no se apaga” (Lc 3,17). Muchas veces con el transcurrir del relato evangélico, Jesús hará símiles referencias en su predicación sobre la venida del Reino, con amonestaciones y parábolas (Lc 13,1-5; 17, 22 – 37). Se puede decir que al tratar del ministerio y la misión de Jesús, Lucas nos hace ver el perfeccionamiento de la predicación y del anuncio de Juan. Aquí se puede hacer referencia a lo que Jesús dice en la sinagoga de Nazaret: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oídos con vuestro oídos”. (Lc 4,21)
b) Algunas preguntas
para orientar la meditación y actualizarla
a) Necesidad de la conversión: metanoia o sea, el cambiar la propia mentalidad imperfecta según el modo de pensar y de obrar de Dios. ¿Siento yo esta necesidad?
b) La misericordia de Dios se manifiesta en Jesucristo para los pobres y para los humildes de corazón. ¿Me identifico con ellos?
c) “El pueblo estaba expectante” (Lc 315) Los primeros cristianos esperaban con ansia la segunda venida del Señor: El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven! Y aquel que escuche repita: ¡Ven!” (Apoc 22,17). ¿Atiendo yo a la venida del Señor o estoy del todo inmerso en la vida material, y por tanto, atraído desordenadamente por todo lo que pasa?
d) En la tradición cristiana Juan Bautista es el mensajero que prepara al pueblo a la primera venida del Señor Jesús, el Mesías. La Iglesia ha recibido la misma misión de preparar el camino del Señor que viene: “¡Sí, vendré presto!” (Apoc 22, 20). ¿Qué puedo yo hacer para preparar la segunda venida del Señor?
e) La salvación no está reservada para algunos elegidos, sino que se ofrece a todos, incluso a los que son considerados por nosotros “indignos” de la salvación de Dios. En el tiempo de Jesús en la categoría de “indignos” se incluían los publicanos y paganos. Hoy, ¿quiénes son esas personas que tantas veces vienen consideradas “indignas” de la salvación?
f) El tema de la salvación está estrechamente unido a la venida del Reino de Dios, que tiene una implicación social de justicia: “He aquí que yo hago nuevas todas las cosas” (Apoc 21,5). ¿Qué puedo yo hacer para promover la justicia en un mundo que parece que gusta de caminar con estructuras de injusticia social?
ORATIO
a) Salmo 97 (96, 1-7, 10-12)
¡Reina Yahvé! ¡Exulte la tierra,
se alegren las islas numerosas!
Nubes y densa bruma lo rodean,
justicia y derecho afianzan su trono.
Delante de él avanza fuego,
que abrasa en torno a sus adversarios;
iluminan el orbe sus relámpagos,
lo ve la tierra y se estremece.
Los montes se derriten como cera,
ante el Dueño de toda la tierra;
los cielos proclaman su justicia,
los pueblos todos ven su gloria.
¡Se avergüenzan los que adoran ídolos,
los que se glorían en puras vanidades;
todos los dioses le rinden homenaje!
Yahvé ama al que odia el mal,
preserva la vida de sus fieles,
los libra de la mano del malvado.
La luz despunta para el justo,
el gozo para los rectos de corazón.
Justos, alegraos en Yahvé,
celebrad su memoria sagrada.
b) Oración final
Oh Verbo, esplendor del Padre, en la plenitud de los tiempos, Tú has bajado del cielo, para redimir al mundo. Tu evangelio de paz nos libre de toda culpa, infunda luz a la mentes, esperanza a nuestros corazones. Cuando vengas como Juez, entre los esplendores del cielo, acógenos a tu derecha en la asamblea de los bienaventurados. Alabanza al Cristo el Señor, al Padre y al Santo Espíritu, como era en el principio ahora y por siglos eternos. Amén.
CONTEMPLATIO
La contemplación es el saber unir nuestro corazón y nuestra mente al Señor que con su Palabra nos transforma en nuevas personas que cumplen siempre su voluntad. “Sabiendo estas cosas, seréis dichosos si la ponéis en práctica” (Jn 13,17)
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)