Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada – Al servicio de la Iglesia, la fe y la cultura – Jerez de la Frontera

Domingo, 02 Julio 2023

Renunciar a todo para poder seguir a Jesús
“¡Quien ama a su padre y a su madre más que a mí no es digno de mí!”
Mateo 10, 37-42

1) Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2) Lectura

a) Una división del texto para ayudar a la lectura:

Mateo 10,37: El amor hacia Jesús debe superar el amor al padre y a la madre y a los hijos

Mateo 10,38: La cruz forma parte del seguimiento de Jesús

Mateo 10,39: Saber perder la vida para poderla poseer

Mateo 10,40-41: Jesús se identifica con el misionero y con el discípulo

Mateo 10,42: El menor gesto hecho al menor de los pequeños obtiene recompensa

b) Clave de lectura

En la 13ª dominica del tiempo ordinario meditamos la parte final del Discurso sobre la Misión (Mt 10,1-42). Este discurso contiene frases y consejos de Jesús que enseñan a desarrollar la misión del anuncio de la Buena Noticia de Dios. Jesús no engaña y señala con claridad la dificultad que comporta la misión. Durante la lectura conviene prestar atención a lo que sigue: “¿Cuál es la exigencia fundamental de Jesús para los que van a la misión?”

c) El Texto:

³⁷«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. ³⁸El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. ³⁹El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. ⁴⁰«Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. ⁴¹«Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. ⁴²«Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa.»

3) Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4) Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es la parte que más ha llamado tu atención? ¿Por qué?

b) ¿Cuáles son las recomendaciones que este texto nos trae? ¿Cuáles son sus exigencias fundamentales?

c) Jesús dice: “Quien ama a su padre y a su madre más que a mí no es digno de mí”. ¿Cómo entender esta afirmación?

d) ¿Qué dice el texto sobre la misión que debemos desarrollar como discípulos de Jesús?

5) Para aquéllos que desean profundizar más en el tema

a) Contexto en el que aparece nuestro texto en el evangelio de Mateo:

El evangelio de Mateo organiza las palabras y los gestos de Jesús en torno a cinco grandes discursos: (i) Mateo de 5 a 7: El Discurso de la Montaña describe la puerta de entrada en el Reino. (ii) Mateo 10: El Discurso de la Misión describe cómo los seguidores de Jesús deben anunciar la Buena Noticia del Reino y cuáles son las dificultades que la misión conlleva. (iii) Mateo 13: el Discurso de las Parábolas, por medio de comparaciones sacadas de la vida de cada día, revela la presencia del Reino en la vida de la gente. (iv) Mateo 18: el Discurso de la Comunidad describe cómo deben vivir los cristianos juntos, de modo que la Comunidad sea una revelación del Reino. (v) Mateo 24 y 25: el Discurso Escatológico describe la venida futura del Reino de Dios. Por medio de este recurso literario, Mateo imita los cinco libros del Pentateuco y así nos presenta la Buena Noticia del Reino como la Nueva Ley de Dios.

En el Discurso de la Misión (Mt 10,1-42), el evangelista reúne frases y recomendaciones de Jesús para iluminar la situación difícil en la que se encuentran los judíos-cristianos hacia la segunda mitad del primer siglo. Quiere animarlos a no desistir, a pesar de las muchas y graves dificultades que encuentran en anunciar la Buena Noticia a los hermanos de su misma raza. Es precisamente en este período, los años 80, cuando los judíos se están recuperando del desastre de la destrucción de Jerusalén, sucedida en el año 70, y comienzan a reorganizarse en la región de la Siria y la Galilea. Crece la tensión entre la “Sinagoga” y la “Iglesia”. Esta tensión, fuente de muchos sufrimientos y persecuciones, sirve de fondo al Discurso de la Misión y, por tanto, del evangelio de este domingo 13º del tiempo ordinario.

b) Comentario del texto:

Mateo 10,37: El amor a Jesús debe superar al amor a los padres y a los hijos

Jesús dice: “Quien ama a su padre y a su madre más que a mí no es digno de mí, quien ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí”. Esta misma afirmación se encuentra en el evangelio de Lucas con mucha más fuerza: “Si alguno viene a mí y no odia a su padre y a su madre, mujer, hijos, hermanos y hermanas y hasta la propia vida no puede ser mi discípulo. (Lc 14,26) ¿Será que Jesús quiere desintegrar la vida familiar? No puede ser, porque en otra circunstancia insiste en la observancia del cuarto mandamiento que obliga a amar al padre y a la madre (Mc 1,8-13; 10,17-19). Él mismo obedeció a sus padres (Lc 2,51). Parecen dos afirmaciones contradictorias. Una cosa es cierta: Jesús no se contradice. Presentaremos también una interpretación para indicar que las dos afirmaciones son verdaderas, sin excluirse mutuamente.

Mateo 10,38: La cruz forma parte del seguimiento de Jesús

Jesús dice: “Quien no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí”. En el Evangelio de Marcos, Jesús dice: “Quien quiera seguirme que tome su cruz y me siga” (Mc 8,34). En aquel tiempo, la cruz era la pena de muerte que el Imperio romano infligía a los bandidos y a los maleantes. Tomar la cruz y llevarla en pos de Jesús era lo mismo que aceptar ser marginados del sistema injusto del Imperio. La cruz de Jesús es la consecuencia del compromiso libremente asumido de revelar la Buena Noticia que Dios es Padre y que por tanto todas las personas deben ser aceptadas y tratadas como hermanos y hermanas. Por causa de este anuncio revolucionario, Jesús fue perseguido y no temió dar su vida. No hay prueba de amor más grande que dar la vida por el propio hermano.

Mateo 10,39: Saber perder la vida para poderla poseer

Este modo de hablar era muy común entre los primeros cristianos, porque expresaba lo que ellos estaban viviendo. Por ejemplo, Pablo para poder ser fiel a Jesús y ganarse la vida, debió perder todo lo que tenía, una carrera, la estima de la gente, sufrió persecuciones. Lo mismo sucedió a muchos cristianos. Los cristianos por ser tales eran perseguidos. Pablo dice: “Estoy crucificado con Cristo”. “Quiero experimentar su cruz y su muerte, para poder también experimentar su resurrección”. “Estoy crucificado para el mundo y el mundo para mí”. Es la paradoja del Evangelio: Lo último es lo primero, quien pierde vence, quien todo lo da todo conserva, quien muere vive. Gana la vida quien tiene el coraje de perderla. Es una lógica diversa de la lógica que hoy gobierna al mundo.

Mateo 10,41-42: Jesús se identifica con el misionero y con el discípulo

Para el misionero y para el discípulo es muy importante saber que no quedará solo. Si es fiel a su misión tendrá la certeza de que Jesús se identifica con él y a través de Jesús el Padre se revela a aquéllos a quienes el misionero y el discípulo anuncian la Buena Noticia. Y así como Jesús reflejaba en Él el rostro del Padre, así el discípulo debe o debería ser espejo donde la gente pueda ver algo del amor de Jesús.

Mateo 10,42: El mínimo gesto a favor de los pequeños revela la presencia del Padre

Para cambiar el mundo y la convivencia humana no bastan las decisiones políticas de los grandes, ni siquiera las instrucciones de los Concilios y de los obispos. Es necesario un cambio en la vida de las personas, en las relaciones interpersonales y comunitarias, de otra forma no cambiará nada. Por esto Jesús da importancia a los pequeños gestos en el compartir: ¡un vaso de agua dada a un pobre!

c) Profundizando: ¡Amar al padre y a la madre, odiar al padre y a la madre!

Una de las cosas en la que Jesús insiste más, con los que quieren seguirlo, es la de abandonar el padre, la madre, los hijos, las hermanas, la casa, la tierra, abandonar todo por amor a Él y al Evangelio (Lc 18,29; Mt 19,29; Mc 10,29). Incluso ordena “odiar al padre, la madre, la mujer, los hijos, las hermanas, los hermanos. De otra forma no se puede ser discípulos míos” (Lc 14,28). Y estas exigencias no son sólo para algunos, sino para todos los que quieran seguirlo (Lc 14,25-26.33) ¿Cómo entender estas afirmaciones que parecen desmantelar todo y despedazar cualquier vínculo de la vida familiar? No es posible imaginar que Jesús pudiese exigir a todos los hombres y a todas las mujeres de Galilea abandonar sus familias, sus tierras y sus aldeas para seguirlo. Y esto no sucede sino con el pequeño grupo de seguidores. Entonces ¿cuál es el significado de esta exigencia?

La exigencia de abandonar la familia aunque colocada dentro del contexto social de la época, revela otro significado, mucho más fundamental y actual. La invasión de la Palestina en el año 64 antes de Cristo, con la imposición del tributo, una política pro Roma del gobierno de Herodes (35 al 3 antes de Cristo) y de su hijo Herodes Antipas (3 antes a 37 después de Cristo) llevó a un empobrecimiento progresivo y a una paralización continua del trabajo. Mediante la política de Herodes, apoyada por el Imperio romano, la ideología del helenismo penetra en la convivencia de cada día, aumentando el individualismo. La pequeña familia, obligada por la necesidad, comienza a cerrarse en sí misma y no consigue a poner en práctica la ley. Además la práctica de la pureza legal llevaba a despreciar y a excluir a las personas y a las familias que vivían en la impureza legal. El contexto económico, social, político y religioso favorecía, por tanto, el cierre de las familias sobre sí y debilitaba el clan. La preocupación por los problemas de la propia familia impedía a las personas unirse en comunidad. Impedía al clan realizar el objetivo para lo que había sido creado, ofrecer una verdadera y propia protección a las familias y a las personas, conservar la identidad, defender la tierra, impedir la exclusión y acoger a los excluidos y a los pobres, y así revelar el rostro de Dios. Por tanto, a fin de que el Reino pudiese manifestarse, de nuevo, en la convivencia, era necesario romper este vínculo vicioso. Las personas debían superar los estrechos límites de la pequeña familia para abrirse a la gran familia, abrirse a la Comunidad. Y éste es el contexto que sirve de fondo a las palabras pronunciadas por Jesús.

Jesús mismo da el ejemplo. Cuando su familia intentó apoderarse de Él, reacciona y dice: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y mirando alrededor dijo: “¡ He ahí mi madre, mis hermanos! Cualquiera que hace la voluntad de mi Padre, éste es mi hermano, mi hermana, mi madre” (Mc 3,33-35). Amplió la familia. Creó la Comunidad. Las personas que a Él le atraía y llamaba eran los pobres, los marginados (Lc 4,18; Mt 11,25). Él pedía la misma cosa a todos aquéllos que querían seguirlo. Los excluidos, los marginados debían ser acogidos, de nuevo, en la convivencia, y así sentirse acogidos por Dios (cf. Lc 14,12-14). Éste era el camino para conseguir el objetivo de la Ley que decía “Entre vosotros no haya pobres” (Dt 15,4).

Jesús intenta cambiar el proceso de desintegración del clan, de la comunidad. Como los grandes profetas del pasado, trata de consolidar la vida comunitaria en las aldeas de Galilea. Vuelve a tomar el sentido profundo del clan, de la familia, de la comunidad, como expresión de la encarnación del amor de Dios en el amor al prójimo. Por esto pide a quien quiera ser su discípulo abandonar al padre, la madre, la mujer, el hermano la hermana, la casa, todo. ¡Deben perder la vida para poderla poseer! Él se hace el garante: “En verdad, en verdad os digo: no hay nadie que haya dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mi causa y por causa del evangelio, que no reciba ahora en el presente cien veces más en casa y hermanos y hermanas y madres, hijos y campos, junto a persecuciones, y en el futuro la vida eterna” (Mc 10,29-30) Verdaderamente, quien tiene la valentía de romper el estrecho círculo de su familia, encontrará de nuevo, en el clan, en la comunidad, cien veces todo cuanto ha abandonado: ¡hermano, hermana, madre, hijo, tierra! Jesús hace lo que la gente esperaba en los tiempos mesiánicos: reconducir el corazón de los padres a los hijos y el de los hijos a los padres, reconstruir el clan, rehacer el tejido social.

6) Salmo 19,8-15

La ley de Yahvé es perfecta

La ley de Yahvé es perfecta, hace revivir;
el dictamen de Yahvé es veraz, instruye al ingenuo.
Los preceptos de Yahvé son rectos, alegría interior;
el mandato de Yahvé es límpido, ilumina los ojos.
El temor de Yahvé es puro, estable por siempre;
los juicios del Señor veraces, justos todos ellos,
apetecibles más que el oro, que el oro más fino;
más dulces que la miel, más que el jugo de panales.
Por eso tu siervo se empapa en ellos, guardarlos trae gran ganancia;
Pero ¿quién se da cuenta de sus yerros?
De las faltas ocultas límpiame.
Guarda a tu siervo también del orgullo, no sea que me domine;
entonces seré irreprochable, libre de delito grave.
Acepta con agrado mis palabras, el susurro de mi corazón,
sin tregua ante ti, Yahvé, Roca mía, mi redentor.

7) Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre.
Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)