IV Domingo de Cuaresma
Jesús, luz del mundo
Juan 3,14,21
Oración inicial
Shadai, Dios de la montaña, que haces de nuestra frágil vida la roca de tu morada,
conduce nuestra mente a golpear la roca del desierto, para que brote el agua para nuestra sed.
La pobreza de nuestro sentir nos cubra como un manto en la oscuridad de la noche y abra el corazón, para acoger el eco del Silencio y así el alba, envolviéndonos en la nueva luz matutina, nos lleve con las cenizas consumadas por el fuego de los pastores del Absoluto, que han vigilado por nosotros junto al Divino Maestro, al sabor de la santa memoria.
LECTIO
Texto:
14 Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, 15 para que todo el que crea tenga en él la vida eterna. 16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. 19 Y el juicio está en que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. 21 Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.»
Momento de silencio:
Dejamos que la voz del Verbo resuene en nosotros.
MEDITATIO
Algunas Preguntas:
Clave de lectura:
Reflexión:
El jardín se convierte en desierto para el hombre que se aleja de Dios. Y en el desierto de su libertad sin límites el hombre encuentra una vez más las mordidas venenosas de la serpiente. Dios sin embargo no abandona a sus hijos, y cuando se alejan de Él los sigue, pronto para acudir en sus necesidades. Una serpiente símbolo de curación se eleva cada vez que el veneno infesta la vida en el hombre, Cristo Señor. Si el hombre prefiere mirar a tierra y estar en el desierto de su “me basto solo”, Dios de todos modos se ofrece a su mirada en el solo modo en el que el hombre lo reconoce: como una serpiente. Cristo se ha hecho pecado, maldito, para salvar su imagen, con tal de no apagar la vida humana. La condena no pertenece a Dios, sino la escoge el hombre. Puedo no vivir junto al calor, libérrimo de hacerlo. Pero esto conlleva el tener que procurarme otra clase de calor, si me quiero calentar. Con el riesgo de pasar frío, enfermedad, fatiga…. la libertad por Dios tiene un precio de condena. Es de personas poco inteligentes, no aprovecharse de un bien regalado, es sencillamente de tontos no acoger lo que mejor sea para no sentirse deudores. En el ámbito del amor, la palabra “deuda” no existe porque la gratuidad es el único vocabulario consultable. Y con la palabra gratuidad explota la luz: todo se convierte en posibilidad y ocasión. Obras hechas en las tinieblas o más bien obras hechas en Dios: los simulacros de fango del débil resplandor de piedras falsas son juguetes peligrosos para todos; mejor frecuentar las aulas plenas de sol de un discipulado nunca terminado. Al menos la vida se acrecienta y el gozo cubre de belleza toda cosa…
ORATIO
Salmo 35
El pecado es un oráculo para el impío que le habla en el fondo de su corazón; no tiene temor de Dios
ni aun estando en su presencia.
Se halaga tanto a sí mismo
que no descubre y detesta su culpa; sólo dice maldades y engaños, renunció a ser sensato, a hacer el bien.
Tu amor, Yahvé, llega al cielo, tu fidelidad alcanza las nubes;
tu justicia, como las altas montañas,
tus sentencias, profundas como el océano. Tú proteges a hombres y animales,
¡qué admirable es tu amor, oh Dios!
Por eso los seres humanos se cobijan a la sombra de tus alas;
se sacian con las provisiones de tu casa, en el torrente de tus delicias los abrevas; pues en ti está la fuente de la vida,
y en tu luz vemos la luz.
No dejes de amar a los que te conocen, de ser fiel con los hombres sinceros.
¡Que el pie del orgulloso no me pise, ni me avente la mano del impío!
Ved cómo caen los malhechores, abatidos, no pueden levantarse.
CONTEMPLACIÓN
Cuando el santo temor me abandona, Señor, siento en mi corazón el pecado que habla. Son los momentos de la ilusión, momentos en los que voy a buscar mis culpas y todo esto inútilmente, porque no he comprendido, que sólo cumpliendo el bien, las falaces e inicuas palabras del mal se extinguen. Es una atracción la obstinación en el mal, como si me diese más brillo, honor, más valor. Cuando caigo en la cuenta que es inmenso lo que Tú me das para vivir, entonces percibo los abismos de tu fidelidad y veo como tu salvación no conoce confín; todo lo inunda y porta consigo; a mí criatura hecha a tu imagen y todo lo que para mí has creado y a quien yo he dado nombre. En verdad tu gracia es preciosa. En tu casa manda la abundancia de la protección y discurre como el agua la delicia. Si me pongo tus ojos entonces todo es luz, Señor, Y nada es ya difícil porque mi corazón, purificado de la tentación de ser Dios en tu lugar, me dice que lo seré conmigo. Rivalidad, competición hostilidad… desaparecen de frente a tu propuesta de participar en tu vida divina. Dios contigo . Tu amor como linfa que camina por las entrañas de mi humanidad hasta que encuentre mis orígenes: en tu Nombre.
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)