III Domingo del Tiempo ordinario
El comienzo y la llamada de los primeros discípulos
Marcos 1,14.20
1. Oración inicial
Dios Fuerte, Dios de la montaña, que haces de nuestra frágil vida la roca de tu morada, conduce nuestra mente a herir la roca del desierto, para que salga agua para nuestra sed. La pobreza de nuestro sentir nos cubra como un manto en la obscuridad de la noche y abra el corazón para escuchar el eco del Silencio hasta que el alba, envolviéndonos en la luz del nuevo amanecer, nos traiga, con las cenizas consumadas por el fuego de los pastores del Absoluto que por nosotros han velado junto al Divino Maestro el sabor de la santa memoria.
2. Lectura
¹⁴Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: ¹⁵«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.» ¹⁶Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. ¹⁷Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres.» ¹⁸Al instante, dejando las redes, le siguieron.
¹⁹Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; ²⁰y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.
3. Momento de silencio orante
para que la voz del Verbo resuene en nosotros.
4. Meditación
Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) Se ha cumplido el tiempo, está cerca el reino: ¿Creemos que estamos en la tierra de Galilea y que el evangelio de Dios ha sido predicado para nuestra vida?
b) Jesús pasa: ¿En qué mar estamos echando nuestras redes?
c) Seguidme….. y al instante lo siguieron ¿Existe un instante en nuestro cotidiano caminar o nuestra palabra de orden es : espera un momento?
d) Sobre la barca arreglaban las redes: ¿Cuántos destrozos en nuestro pescar? Y qué barca usamos? ¿La nuestra o más bien la de nuestras raíces pasadas?
e) Los llamó: nuestro nombre en los labios del Señor Jesús ¿Resuena su voz como voz que nos lleva lejos de nuestro mar?
5. Una clave de lectura
para los que quieran profundizar el contenido.
Nos encontramos de frente al género literario de narraciones de vocación en el cual lo primero que se indica es la condición de vida de la persona interpelada por Dios, después sigue la la llamada expresada con palabras o acciones simbólicas y finalmente se tiene el seguimiento que conlleva el abandono de la actividad anteriormente presentada. La narración que se trata remonta el pensamiento a la llamada de Eliseo por parte de Elías. (1 Re, 19,19-21) y a la de Amós (Am 7,15). La dependencia de un modelo bíblico típico no excluye la realidad substancialmente histórica de la narración evangélica. La llamada a veces subraya un intento teológico preciso supuesto al evangelio de Marcos: se trata de la praxis misionera de los discípulos que serán enviados de dos en dos (Mc 6,7). La dinámica del reino está en línea con el proyecto originario de la creación cuando el Señor dice, pensando en Adán: “No está bien que el hombre esté solo: quiero darle una ayuda que le sea semejante” (Gén 2,18). En la predicación uno dará testimonio al otro como dice la Escritura: “…sobre la palabra de dos o tres testigos” (cfr Mt 18,16; Dt 19,13).
v.14. Jesús vino a Galilea predicando el Evangelio de Dios. La predicación de Jesús, iniciada en Galilea tiene por objeto el evangelio “buena noticia” de la iniciativa de Dios sobre su pueblo, la instauración del reino. La predicación de los apóstoles, que desde la Galilea llegará a todos los extremos confines de la tierra, tendrá por objeto el evangelio – “buena noticia” – del Cristo Palabra que ha vencido la muerte para hacer resplandecer la gloria de Dios.
v.15. El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cercano. Arrepentíos y creed en el evangelio. El tiempo de espera (kairós) se ha cumplido, ha llegado el momento decisivo: Dios está para inaugurar su reino. El Bautista pertenecía al tiempo de la preparación y ha acabado su tarea: ha sido arrestado y se le ha callado, Jesús pertenece al tiempo de la actuación del reino. Es un hecho presente que requiere por parte del 62
hombre una colaboración. Convertíos. La cercanía del reino indica precisamente este espacio de libertad que quien escucha el anuncio puede cubrir volviéndose a Cristo, o aumentar ignorando o rechazando la buena noticia. Un reino cercano para todos, presente para quien lo quiera. Conversión, fe y seguimiento son diversas caras de una misma realidad: es la llamada dirigida al hombre a seguir a Jesús que es tiempo cumplido, reino de Dios, buena noticia.
v.16. Caminando a lo largo del mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés… el mar de Galilea es el escenario de la primera fase del ministerio de Jesús. Lago enclavado entre montañas, a 208 metros bajo el nivel del mar, largo 21 kms y 11 kms de ancho. Extendidas las aguas en forma de cítara, representaba una fuente de riqueza por la abundancia de peces. Sobre las orillas de este lago Jesús vió: es una mirada que contiene y determina una elección de vida diversa de la que cada día se presenta sobre estas orillas llena de pescadores, de barcos, de redes, de peces. Simón y Andrés, dos hermanos. La solidaridad del vínculo afectivo hace de fundamento a aquel nuevo vínculo de fe que convierte hermanos más allá de los lazos de la familia. Dos hermanos que tienen un nombre. Dios llama por el nombre en virtud de aquella identidad de semejanza con el Nombre eterno que hace de cada hombre un espejo de semejanza.
v. 17. “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres“. El seguimiento está determinado por una orden bien precisa. No es una invitación, es un mandato. La palabra de Dios creadora, en vez de llamar la luz y las otras creaturas de la nada, llama a su imagen a participar en la nueva creación. El seguimiento no sale de una decisión autónoma y personal, sino del encuentro de Jesús y de su llamada. Es un acontecimiento de gracia, no una elección del hombre. Jesús no espera una libre decisión, sino que llama con autoridad divina, como Dios llamaba a los profetas del Antiguo Testamento. No escogen los discípulos al Maestro, como sucedía con los rabínos de su tiempo, sino que el Maestro escoge los discípulos como depositarios no de una doctrina o de una enseñanza, sino de la herencia de Dios. La llamada comporta el abandono de la familia, de la profesión, un cambio total de la existencia por una adhesión de vida que no admite espacios personales. Los discípulos son hombres del reino. La llamada a ser discípulos de Jesús es una “llamada escatológica”.
v. 18. Al instante, dejando las redes, le siguieron. La respuesta es inmediata. Una respuesta que rompe los lazos más fuertes. El verbo usado para indicar el seguimiento es akolouthèin, un término bíblico para indicar el acto del siervo que acompaña al patrón para prestarle un servicio. Es un seguir material, un literal “andar detrás”. Referido a los discípulos, expresa la participación plena en la vida de Jesús y en su causa.
v. 19-20. Y continuando, un poco más allá, vio a Santiago el de Zebedeo y a Juan su hermano…los llamó. El verbo llamar: kalein es otro vocablo típico del seguimiento. Se añade un elemento más con respecto a la primera pareja: la figura del padre y de los jornaleros. También el padre tiene un nombre. El hecho que se le prive de sus dos hijos le confiere una dignidad única. Quedará con los trabajadores que sustituyen a los hijos. La soledad del que queda no es nunca una inconsiderada soledad.
Reflexión: Juan ha sido arrestado y Jesús se encamina hacia Galilea. Dos recorridos al servicio del único Señor. El tiempo se ha cumplido. Aquel tiempo que el hombre no consigue aferrarlo ni poseerlo se cumple y reclama un cambio de ruta. El tiempo del mar, de las redes que pescan en otro lugar. El hombre es llamado a no dejar nada de lo que es. Su identidad permanece, cambia sencillamente el objeto de su obrar. No más peces, sino hombres. No más una relación de poseer con las criaturas inferiores, sino una relación a la par con criaturas de la misma dignidad. Nuevas redes que componer, las redes de una pesca más fatigosa: son las redes de la predicación que se arrojarán en el corazón de los hombres durante la noche del dolor y del no sentido. Aquella palabra como una llave abre nuevos horizontes: Seguidme. No se camina solo en esta nueva aventura. Los lazos no se rompen. Los hermanos son más hermanos, comparten aun la existencia amarga de ganarse el pan, no ya buscando para sí, sino para darlo a los otros. El mar, símbolo de todo lo que no se puede controlar, está allí con el movimiento familiar y tranquilo de las aguas que se quiebran para decir su: Andad. Jesús, un hombre entre tantos, es aquel Dios que se acerca a las orillas del mar, un Dios que camina por la vida humana. Un Dios que ve con ojos de hombre, un Dios que habla con fuerza nueva: Seguidme. Y aquellos hombres que eran pescadores, al instante abandonan y se van en pos. Van a pescar en otro mar, el mar de la tierra firme, el mar de las aldeas, del templo, de las calles. Van al reclamo de una mirada que llama, una mirada capaz de convencer a dejarlo todo, no sólo la barca, el mar, las redes, sino también el padre, la propia historia, los propios afectos, el origen del proprio existir. Amigos que por la tarde se sentían seguros en las orillas del mar de Galilea, dejan su propio ángulo de seguridad para mares lejanos. Es una amistad antigua que parte, sin saber todavía por dónde, pero teniendo en el corazón el calor de una voz y una mirada: Seguidme.
6. Oración – Salmo 86 (85)
Todas las naciones que has hecho se postrarán ante ti, Señor; pues eres grande y haces maravillas, tú solo eres Dios.
Muéstrame, Yahvé, tu camino, que recorreré con fidelidad, concentra toda mi voluntad en la adhesión a tu nombre.
Gracias de corazón, Señor, Dios mío, daré gloria a tu nombre por siempre.
7. Contemplación
Señor, en tu tiempo se cumple mi espera. Tú, el Que viene, que continúas caminando por las orillas de esta vida humana que como un lago en forma de citara indica silenciosamente el pasar de sus horas, pasa y ve, llama…Te reconoceré cuando me sienta llamar por mi nombre y te seguiré como un caminante que toma el bastón de caminar para adentrarse en los senderos de la amistad y del encuentro, allí donde el corazón penetra en el Absoluto de Dios, para ser una llama encendida en la obscuridad de la búsqueda humana, un calor que se extiende allí donde el viento gélido del mal destruye y separa de los horizontes de la verdad y de la belleza. Sé que sin Ti no pescaré nada en la noche de mi soledad y de mi desilusión. Las redes se romperán cuando tú me quiebres en las aguas amargas de mis fatigas y me des a mí mismo transfigurado por el perdón, recibido y dado a manos llenas. Entonces contaré tu Nombre a mis hermanos. Amén.
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)