Jesús calma la tempestad
Jesús duerme en nuestra barca
Marcos 4,35-41
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura:
Hay días en los que la vida se parece a una pequeña barca perdida entre las olas de un mar agitado. Todo es obscuro alrededor, hay tempestad, Dios no aparece, Jesús está ausente, nadie está cerca para ayudarnos, animarnos. ¡Entran ganas de dejar que se pierda todo! Escuchemos la historia de la tempestad calmada. Durante su lectura, imaginémonos que estamos sobre la barca junto a Jesús y los discípulos. Intentemos vivir con ellos todo lo que está aconteciendo y de poner atención a la conducta de Jesús y a la reacción de los discípulos.
b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:
Marcos 4,35-36: Jesús decide pasar a la otra orilla del lago
Marcos 4,37-38: Una improvisada tormenta pone en peligro la vida de todos
Marcos 4,39- 40: Jesús calma la tormenta y critica la falta de fe
Marcos 4,41: Temor y poca comprensión por parte de los discípulos
c) El texto:
³⁵Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.» ³⁶Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. ³⁷En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. ³⁸Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» ³⁹Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. ⁴⁰Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» ⁴¹Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»
3. Un momento de silencio orante
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas
para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es el punto de este texto que te ha gustado más?¿Por qué?
b) ¿Cuál es la situación en la que se encuentra Jesús y los discípulos y cuál es la reacción de ellos?
c) ¿Cuál era el mar agitado en los tiempos de Jesús? ¿Cuál era el mar agitado en la época en la que Marcos escribe su Evangelio? ¿Cuál es hoy el mar agitado para ti?
d) Leer a Isaías 43,2 y también el Salmo 107(106), 25-30, comparando los textos con el episodio de la tempestad calmada. ¿A qué conclusión llegas?
e) ¿Qué quiere decir todo esto en nuestra vida, hoy?
5. Para los que desean profundizar más en el tema
a) El contexto que ilumina el texto:
Un bello cuadro, cuando está colgado en una pared que lo hace lucir, parece todavía más bello, gracias a los colores de la pared que subrayan la belleza. Lo mismo pasa con el cuadro de la tempestad calmada. La pared del contexto lo hace más bello. Marcos apenas ha narrado dos parábolas que revelan el misterio del Reino presente en las cosas de la vida (Mc 4,1-34). Ahora comienza a hablar del misterio del Reino que se hace presente en el poder ejercitado por Jesús a favor de sus discípulos, a favor de la gente, y sobre todo, a favor de los marginados y excluidos. Veamos la secuencia: Marcos comienza presentando a Jesús que vence al mar, símbolo del caos. (Mc 4,35-41). Enseguida muestra a Jesús que vence y arroja al demonio ¡En Jesús obra un poder creador! (Mc 5,1-20) Al final describe largamente el modo como Jesús vence la impureza y la muerte. ¡En Él obra un poder de vida! (Mc 5,21-43). ¡En Jesús hay un poder que libera, purifica y comunica la vida a los que a Él se acercan! Marcos escribe para las comunidades perseguidas de los años setenta, que se sienten como en una barquilla perdida en el mar de la vida, sin mucha esperanza de poder llegar al puerto deseado de la paz. Jesús parece estar durmiendo en la barca de ellos, porque ningún poder divino aparece para salvarlos de la persecución. En vista de la desesperada situación, Marcos recoge varios episodios que revelan el poder con que Jesús está presente en las comunidades. ¡Es el Jesús vencedor! No tienen motivo de temer. Esta es la motivación de la narración de la tempestad calmada.
b) Comentario del texto:
Marcos 4,35-36: El punto de partida: “Pasemos a la otra orilla”.
- Había sido un día pesado, de mucho trabajo. Había en verdad tanta gente que Jesús, para no ser atropellado de la gente, tuvo que entrar en una barca para instruir con parábolas (Mc 4,1). Había días en los que no tenían tiempo ni para comer (Mc 3,20). Terminada de pronunciar la parábola con la que instruía a la gente, Jesús dice a los discípulos: “¡Pasemos a la otra orilla!”. Y tal como estaba ellos lo conducen con la barca. Jesús estaba tan cansado que se sentó y se quedó dormido. Este es el cuadro inicial que presenta Marcos. Un bello cuadro, muy humano.
Marcos 4,37-38: “¿No te importa que perezcamos?
- El lago de Galilea está rodeado de montañas cercanas. A veces entre los desfiladeros de las rocas el viento sopla fuerte sobre el lago y provoca imprevistas tempestades. Y esto fue lo que sucedió. Un fuerte viento sopló sobre el mar agitándolo. ¡La barca se llenó de agua! Los discípulos eran pescadores experimentados Si pensaban abandonar la barca, quiere decir que la situación era de verdad peligrosa. Jesús no se da cuenta y sigue durmiendo. Este sueño profundo no es sólo signo de su enorme cansancio. Es también la expresión de la tranquila confianza que tiene en Dios. El contraste entre la conducta de Jesús y los discípulos es grande.
Marcos 4,39-40: La reacción de Jesús: “¿Aún no tenéis fe?
- Jesús se despierta, no por el ruido del oleaje, sino por el grito desesperado de los discípulos: “¡Maestro! Señor, ¿ no te importa que perezcamos?” Jesús se levanta. Primero se dirige hacia el mar y dice: “¡Calla, cálmate!” Y el mar se aplaca. Luego se dirige a sus discípulos y les dice: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” La impresión que se da es que no era necesario calmar el mar, porque no se corría ningún peligro. Es como cuando se llega a una casa y el perro guardián, junto al dueño de la casa, ladra al huésped que llega. No se tiene miedo, porque el dueño está allí y controla la situación. El episodio de la tempestad calmada evoca el éxodo, cuando la gente, sin miedo, atravesaba las aguas del mar (Ex 14,22). Evoca también al Profeta Isaías que decía a la gente: “Porque si atraviesas esta agua yo estaré contigo (Is 43,2) Jesús vuelve a recorrer el éxodo y lo hace en la profecía anunciada del salmo que dice: “En la angustia gritaron al Señor y Él los liberó de sus angustias. Redujo la tempestad a la calma, callaron las olas del mar. Se alegraron al ver la bonanza y él los condujo al puerto suspirado”. (Sl 107(106), 28-30)
Marcos 4,41: La ignorancia de los discípulos: ¿Quién es este hombre?
- Jesús calma el mar y dice: “¿Aún no tenéis fe?” Los discípulos no saben qué responder y se preguntan: “¿Quién es éste que hasta el mar y los vientos le obedecen?” ¡Jesús parece ser para ellos un extraño! A pesar del tiempo que han vivido juntos, no saben verdaderamente quién es. ¿Quién es este hombre? Con esta pregunta en la cabeza, las comunidades continuaban la lectura. Y hasta hoy, esta misma pregunta, nos empuja a continuar la lectura del evangelio. Es el deseo de conocer siempre más de Jesús nuestra vida.
c) Ampliando conocimientos: ¿Quién es Jesús?
Nombres y títulos dados a Jesús:
Marcos empieza su evangelio diciendo: “Comienzo del evangelio de Jesús Cristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1). Al final, en la hora de la muerte de Jesús, un soldado pagano exclama: “¡Verdaderamente este era Hijo de Dios” (Mc 15,39). Y desde el principio hasta el final Jesús es llamado Hijo de Dios. Entre el principio y el final, aparecen otros varios nombres de Jesús, ¡casi veinte! Es una lista de nombres y de títulos que aparecen en el evangelio de Marcos entre la expresión Hijo de Dios del principio (Mc 1,1) y el final (Mc 15,39):
- Mesías, Cristo (o sea, Ungido) (Mc 1.1; 8,29; 14,61; 15,32)
- Señor (Mc 1,3; 5,19; 11,3)
- Hijo amado (Mc 1,11; 9,7)
- Santo de Dios (Mc 1,24)
- Nazareno (Mc 1,24; 10,47; 14,67; 16,6)
- Hijo del Hombre (Mc 2,10.28; 8,31.38; 9,912.31; 10,33,45; 13,26; 14,21,21.41.62)
- Esposo (Mc 2,19)
- Hijo de Dios (Mc 3,11)
- Hijo de Dios Altísimo (Mc 5,7)
- Carpintero (Mc 6,3)
- Hijo de María (Mc 6,3)
- Profeta (Mc 6,4.15; 8,28)
- Maestro (con frecuencia)
- Buen maestro (Mc 10,17)
- Hijo de David (Mc 10,47.48; 12,35-37)
- Rabboni (Mc 10,51)
- Bendito el que viene en el nombre del Señor (Mc 11,9)
- Rabbí (Mc 11,21)
- Hijo (Mc 14,27)
- Pastor (Mc 14,27)
- Hijo del Dios bendito (Mc 14,61)
- Rey de los Judíos (Mc 15,2.9.18.26)
- Rey de Israel (Mc 15,32)
Jesús es más grande que sus títulos y nombres:
Cada nombre, título o atributo es un intento por expresar lo que Jesús significaba para las personas. Pero un nombre, por bello que sea, no consigue desvelar jamás el misterio de una persona, y mucho menos la persona de Jesús. Además, algunos de estos nombres, incluso los más importantes y tradicionales son contestados y puestos en duda por el mismo Jesús. Así pues, en la medida en que avanzamos hacia delante en el evangelio, Marcos nos obliga a repasar nuestras ideas y a pedirnos, cada vez de nuevo: “En definitiva ¿quién es Jesús, para nosotros”?
i) Algunos esperaban que el Mesías fuese el “Santo de Dios” (Mc 1,24), esto es, que fuese un Sumo Sacerdote. El demonio alude a esta esperanza, pero Jesús le ordena callar (Mc 1,24-25).
ii) Otros esperaban que el Mesías fuese Hijo de David. Pero Jesús contesta a este título: ¿Por qué dicen los escribas que el Mesías es Hijo de David? David mismo lo llama Señor” (Mc 12,35-37).
iii) Otros esperaban en un mesías Rey. Pero cuando Pilatos le pregunta si es rey, Jesús ni lo afirma, ni lo niega, responde: “Tú lo dices” (Mc 15,2). Y cuando hablaba de reyes y gobernantes insistía con los discípulos: “No sea así entre vosotros”. (Mc 10,42-43).
iv) Lo mismo vale para el título de Mesías. Pedro confiesa que Jesús es el Mesías. Pero cuando Jesús quiere sacar las consecuencias y habla de la cruz, Pedro no quiere saber nada (Mc 8,31-33). Jesús es el Mesías, pero no del tipo que Pedro se imaginaba. v) Las personas poseídas del demonio llamaban a Jesús “Hijo de Dios” (Mc 3,11) e “Hijo de Dios Altísimo” (Mc 5,7). Pero Jesús dictó órdenes para que el demonio callase y saliese de ellos (Mc 3,12; 5,8). Delante del tribunal, los enemigos acusan a Jesús y preguntan: “¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?” Y él responde: ”¡Lo soy!” Y veréis al Hijo del Hombre sentado, a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo” (Mc 14,62). Cuando debe confirmarlo Jesús no dice que es Hijo de Dios, sino que es Hijo del Hombre. ¿Es la misma cosa? Una cosa es cierta: Jesús no es el Hijo de Dios del tipo que el demonio (Mc 3,11; 5,7) y sus enemigos se imaginaban (Mc 14,61). Y entonces ¿cómo Jesús es Hijo de Dios? Queda abierta la pregunta de la gente, de los discípulos, ¡de los lectores! Finalmente ¿Quién es Jesús? Cuanto más se adelanta en la lectura del evangelio de Marcos, tanto más se rompen los títulos y criterios. Jesús no entra en ninguno de estos nombres, en ningún esquema, en ningún título. Es más grande que todo esto. Y el lector, en la medida en que avanza en la lectura, abandona la idea de encuadrar a Jesús en cualquier categoría conocida o en una idea preconcebida, y lo acepta así como Él mismo se presenta. El amor seduce, la cabeza no. Es mejor inclinar la cabeza y adorar y no tener miedo, cuando el mar se vuelve agitado.
6. Orar con el Salmo 107(106), 21-43
¡Si las aguas se agitan, Dios nos protege!
¡Den gracias a Yahvé por su amor, por sus prodigios en favor de los hombres! Ofrezcan sacrificios de acción de gracias, pregonen sus obras con gritos de alegría. Se hicieron a la mar con sus naves, comerciando por todo el océano, y vieron las obras de Yahvé, todas sus maravillas en el piélago. A su voz, un viento de borrasca hizo encresparse a las olas; al cielo subían, bajaban al abismo, su espíritu se hundía bajo el peso del mal; daban vuelcos, vacilaban como ebrios, no les valía de nada su pericia. Pero clamaron a Yahvé en su apuro, y él los libró de sus angustias.
A silencio redujo la borrasca, las olas callaron a una. Ellos se alegraron al verlas calmarse, y él los llevó al puerto deseado.
¡Den gracias a Yahvé por su amor, por sus prodigios en favor de los hombres! ¡Alábenlo en la asamblea del pueblo, en el concejo de ancianos lo celebren!
Él cambia los ríos en desierto, en puro sequedal los manantiales, la tierra fértil en salinas, cuando obran el mal sus habitantes.
Pero cambia el desierto en estanque, la árida tierra en manantial; asienta allí a los hambrientos, para que funden ciudades habitadas. Siembran campos y plantan viñas, producen frutos en tiempo de cosecha. Él los bendice y se multiplican, no deja que mengüen sus ganados. Menguados estaban y abatidos, presa del mal y la aflicción. El que vierte desprecio sobre príncipes, los extraviaba por yermos sin camino.
Pero recobra al pobre de la miseria, aumenta sus clanes como un rebaño; los rectos lo ven y se alegran, los malvados se tapan la boca. ¿Quién es sabio? ¡Que guarde estas cosas, y medite en el amor de Yahvé!
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)