Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
La Pasión y Muerte de Jesús según Marcos
El derrumbe final como nueva llamada
Marcos 14,1 – 15,47
1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura de la Pasión y Muerte de Jesús según Marcos (Mc 14,1 a 15,47)
a) Clave de lectura
Generalmente, cuando leemos la historia de la pasión y muerte, miramos a Jesús y el sufrimiento que le infligieron. Pero vale la pena mirar también, por lo menos una vez, a los discípulos y ver cómo reaccionaron ante la cruz y como la cruz tuvo repercusiones en sus vidas; ¡porque la cruz sirve de piedra de comparación! Marcos escribe para las comunidades de comienzos de los años setenta. Muchas de estas comunidades, tanto de Italia como de Siria, vivían su propia pasión. Se confrontaban con la Cruz de varios modos. Habían sido perseguidas en la época de Nerón, por los años sesenta, y muchos habían muerto, despedazados por feroces bestias. Otros habían traicionado, negado o abandonado su fe en Jesús, como por ejemplo Pedro, Judas y los discípulos. Otros se preguntaban: “¿Resistiré la persecución?”. Otros ya estaban cansados después de haber perseverados durante tantos esfuerzos, casi sin resultados. Entre los que habían abandonado la fe, algunos se preguntaban si fuese posible todavía volver a la comunidad. Querían recomenzar el camino, pero no sabían si el regreso era posible o no. ¡Una rama cortada no tiene raíces! Todos ellos tenían necesidad de motivaciones nuevas y fuertes para poder emprender de nuevo el camino. Tenían necesidad de una experiencia renovada del amor de Dios que superase los errores humanos. Pero ¿dónde encontrarla? Tanto para ellos como para todos nosotros, una respuesta se encuentra en los capítulos del 14 al 16 del Evangelio de Marcos, que describen la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús. Porque en la pasión de Jesús, momento de la más grande derrota de los discípulos, se encuentra escondida la más grande esperanza. Miramos en el espejo de estos capítulos, para ver cómo los discípulos reaccionaron ante la cruz y como Jesús reacciona a la infidelidad y debilidad de los discípulos. Tratemos de descubrir cómo Marcos anima la fe de las comunidades y cómo describe quién es verdaderamente discípulo de Jesús.
b) Mirando en el espejo de la pasión para saber cómo ser un discípulo fiel
1 Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. 2 Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo.» 3 Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza. 4 Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume? 5 Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres.» Y refunfuñaban contra ella.6 Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí. 7 Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre. 8 Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. 9 Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya.»
¹⁰Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. ¹¹Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno. ¹²El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?» ¹³Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle ¹⁴y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’ ¹⁵Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros.» ¹⁶Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua. ¹⁷Y al atardecer, llega él con los Doce. ¹⁸Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo.» ¹⁹Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?» ²⁰Él les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato. ²¹Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» ²²Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo.» ²³Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. ²⁴Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. ²⁵Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.» ²⁶Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. ²⁷Jesús les dice: «Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. ²⁸Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.» ²⁹Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no.» ³⁰Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.» ³¹Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Lo mismo decían también todos.
³²Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, mientras yo hago oración.» ³³Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. ³⁴Y les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad.» ³⁵Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. ³⁶Y decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» ³⁷Viene entonces y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has podido velar? ³⁸Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.» ³⁹Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. ⁴⁰Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados; ellos no sabían qué contestarle. ⁴¹Viene por tercera vez y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ⁴²¡Levantaos! ¡vámonos! Mirad, el que me va a entregar está cerca.» ⁴³Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. ⁴⁴El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela.» ⁴⁵Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso. ⁴⁶Ellos le echaron mano y le prendieron. ⁴⁷Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja. ⁴⁸Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? ⁴⁹Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan las Escrituras.» ⁵⁰Y abandonándole huyeron todos. ⁵¹Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. ⁵²Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.
⁵³Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. ⁵⁴También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego. ⁵⁵Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban. ⁵⁶Pues muchos daban falso testimonio contra él, pero los testimonios no coincidían. ⁵⁷Algunos, levantándose, dieron contra él este falso testimonio: ⁵⁸«Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres.» ⁵⁹Y tampoco en este caso coincidía su testimonio. ⁶⁰Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?» ⁶¹Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?» ⁶²Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo.» ⁶³El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? ⁶⁴Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?» Todos juzgaron que era reo de muerte. ⁶⁵Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los criados le recibieron a golpes. ⁶⁶Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote ⁶⁷y, al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: «También tú estabas con Jesús de Nazaret.» ⁶⁸Pero él lo negó: «Ni sé ni entiendo qué dices», y salió afuera, al portal, y cantó un gallo. ⁶⁹Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí: «Este es uno de ellos.» ⁷⁰Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: «Ciertamente eres de ellos pues además eres galileo.» ⁷¹Pero él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!» ⁷²Inmediatamente cantó un gallo por segunda vez. Y Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.» Y rompió a llorar. ¹⁵’¹Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. ²Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Él le respondió: «Sí, tú lo dices.» ³Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. ⁴Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.» ⁵Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido. ⁶Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. ⁷Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. ⁸Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. ⁹Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?» ¹⁰Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia. ¹¹Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. ¹²Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el rey de los judíos?» ¹³La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!» ¹⁴Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!» ¹⁵Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado. ¹⁶Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte. ¹⁷Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. ¹⁸Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, rey de los judíos!» ¹⁹Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. ²⁰Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle.
²¹Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. ²²Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. ²³Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó. ²⁴Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. ²⁵Era la hora tercia cuando le crucificaron. ²⁶Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El rey de los judíos.» ²⁷Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda[²⁸] . ²⁹Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ³⁰¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» ³¹Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ³²¡El Cristo, el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban los que con él estaban crucificados. ³³Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. ³⁴A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?», -que quiere decir- «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» ³⁵Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.» ³⁶Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.» ³⁷Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró. ³⁸Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. ³⁹Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.»
⁴⁰Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, ⁴¹que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén. ⁴²Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, ⁴³vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. ⁴⁴Se extrañó Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. ⁴⁵Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, ⁴⁶quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. ⁴⁷María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto. ¹⁶’¹Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. ²Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. ³Se decían unas a otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?» ⁴Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande. ⁵Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. ⁶Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. ⁷Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.» ⁸Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo…
c) El desastre final como nueva llamada para ser discípulo
Esta es la historia de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, vista por parte de los discípulos. La frecuencia con que en ella se habla de la incomprensión y del fallo de los discípulos corresponde, muy probablemente, a un hecho histórico. Pero el interés principal del evangelista no consiste en narrar lo que ha sucedido en el pasado, sino que quiere provocar una conversión en los cristianos de su tiempo y hacer surgir en todos ellos y en todos nosotros una nueva esperanza, capaz de superar el desánimo y la muerte. Tres cosas sobresalen y deben ser consideradas a fondo:
i) El fallo de los elegidos: Estos doce especialmente llamados y elegidos por Jesús (Mc 3,13-19) y por Él enviados a la misión (Mc 6,7-13), fallan. Fallo completo. Judas traidor, Pedro lo niega, todos huyen, ninguno queda. ¡Dispersión total! Aparentemente, no hay mucha diferencia entre ellos y las autoridades que decretan la muerte de Jesús. Como sucede con Pedro, también ellos quieren eliminar la cruz y quieren un Mesías glorioso, rey, hijo de Dios bendito. ¡Pero hay una profunda y real diferencial! Los discípulos, a pesar de todos sus defectos y debilidades, no tienen malicia. No tienen mala voluntad. Son un retrato casi fiel de todos nosotros que caminamos por el sendero de Jesús, cayendo incesantemente, pero ¡levantándonos siempre!
ii) La fidelidad de los no elegidos: Como contrapunto del fallo de algunos, aparece la fuerza de la fe de otros, de aquéllos que no formaban parte de los doce elegidos: 1. Una mujer anónima de Betania. Ella aceptó a Jesús como Mesías Siervo y, por esto, lo ungió, anticipándose así a la sepultura. Jesús la elogia. Ella es un modelo para todos. 2. Simón de Cirene, un padre de familia. Obligado por los soldados, hace lo que Jesús les había pedido a los discípulos que han huido. Lleva la cruz detrás de Jesús hasta el Calvario. 3. El centurión, un pagano. En la hora de la muerte, él hace la profesión de fe y reconoce al Hijo de Dios en el hombre torturado y crucificado, maldito según la ley de los judíos. 4. María Magdalena, María, la madre de Santiago y Salomé “y muchas otras mujeres que habían subido con él a Jerusalén (Mc 15,41). Ellas no abandonan a Jesús, sino que continúan con determinación a los pies de la cruz y cerca de la tumba de Jesús. 5. José de Arimatea, miembro del Sanedrín, que arriesgó todo pidiendo el cuerpo de Jesús para sepultarlo. Los Doce fallaron. La continuidad del mensaje del Reino no ha pasado a través de ellos, sino a través de otros, sobre todo mujeres, que recibirán la orden clara de hacer volver a los hombres tambaleantes (Mc 16,7). Y hoy, ¿por dónde pasa la continuidad del mensaje?
iii) El comportamiento de Jesús: El modo con el que el evangelio de Marcos presenta el comportamiento de Jesús durante la narración de la pasión es para dar esperanza hasta al discípulo más desanimado y miedoso. Porque por grande que haya sido la traición y el abandono de los Doce, ¡el amor de Jesús ha sido siempre más grande! En la hora del anuncio de la huida de los discípulos, ya advierte que le esperen en Galilea. Incluso sabiendo que se daría la traición (Mc 14.18), la negación (Mc 14,30) y la huida (Mc 14,27), cumple el gesto de la Eucaristía…… Y en la mañana de Pascua, el ángel, a través de las mujeres, envía un mensaje a Pedro que lo negó y a todos los que huyeron:¡Deben encontrarse en Galilea! Allí donde todo había comenzado, allí recomienza todo de nuevo. El fallo de los doce no provoca una rotura de la alianza sellada y confirmada en la sangre de Jesús.
d) El modelo del discípulo: Seguir, Servir, Subir
Marcos pone de relieve la presencia de las mujeres que siguen y sirven a Jesús desde el tiempo en que se hallaba en Galilea y que habían subido con Él a Jerusalén (Mc 15,40-41). Marcos usa tres palabras para definir la relación de las mujeres con Jesús: ¡Seguir! ¡Servir! ¡Subir! Ellas “seguían y le servían” a Jesús y junto con otras mujeres “subieron con Él a Jerusalén” Son las tres palabras que definen al discípulo o discípula ideal. Son el modelo para los otros discípulos que habían huido.
3. Para ayudar a reflexionar
i) ¿Qué me ha llamado más la atención en el comportamiento de los doce apóstoles y en la conducta de las mujeres durante la pasión y muerte de Jesús? ¿Qué hubiera hecho tú si hubieras estado presente? ¿Hubieras actuado como los hombres o como las mujeres?
ii) ¿Qué es lo que te ha llamado más la atención en el comportamiento de Jesús con respecto a los discípulos en la narración de su pasión y muerte? ¿Por qué?
iii) ¿Cuál es el mensaje especial de la narración de la pasión y muerte en el evangelio de Marcos? ¿Has conseguido descubrir las diferencias entre la narración del evangelio de Marcos y los otros evangelios? ¿Cuáles?
4. Oración de un Salmo: Salmo 22 (21)
El Salmo que Jesús recitó sobre la Cruz
¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Estás lejos de mi queja, de mis gritos y gemidos. Clamo de día, Dios mío, y no respondes, también de noche, sin ahorrar palabras.
¡Pero tú eres el Santo, entronizado en medio de la alabanza de Israel! En ti confiaron nuestros padres, confiaron y tú los liberaste; a ti clamaron y se vieron libres, en ti confiaron sin tener que arrepentirse.
Yo en cambio soy gusano, no hombre, soy afrenta del vulgo, asco del pueblo; todos cuantos me ven de mí se mofan, tuercen los labios y menean la cabeza: «Se confió a Yahvé, ¡pues que lo libre, que lo salve si tanto lo quiere!».
Fuiste tú quien del vientre me sacó, a salvo me tuviste en los pechos de mi madre; a ti me confiaron al salir del seno, desde el vientre materno tú eres mi Dios. ¡No te alejes de mí, que la angustia está cerca, que no hay quien me socorra! Novillos sin cuento me rodean, me acosan los toros de Basán; me amenazan abriendo sus fauces, como león que desgarra y ruge.
Como agua me derramo, mis huesos se dislocan, mi corazón, como cera, se funde en mis entrañas. Mi paladar está seco como teja y mi lengua pegada a mi garganta: tú me sumes en el polvo de la muerte.
Perros sin cuento me rodean, una banda de malvados me acorrala; mis manos y mis pies vacilan, puedo contar mis huesos. Ellos me miran y remiran, reparten entre sí mi ropa y se echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Yahvé, no te alejes, corre en mi ayuda, fuerza mía, libra mi vida de la espada, mi persona de las garras de los perros; sálvame de las fauces del león, mi pobre ser de los cuernos del búfalo. Contaré tu fama a mis hermanos, reunido en asamblea te alabaré: «Los que estáis por Yahvé, alabadlo, estirpe de Jacob, respetadlo, temedlo, estirpe de Israel.
Que no desprecia ni le da asco la desgracia del desgraciado; no le oculta su rostro, le escucha cuando lo invoca». Tú inspiras mi alabanza en plena asamblea, cumpliré mis votos ante sus fieles. Los pobres comerán, hartos quedarán, los que buscan a Yahvé lo alabarán: «¡Viva por siempre vuestro corazón!». Se acordarán, volverán a Yahvé todos los confines de la tierra; se postrarán en su presencia todas las familias de los pueblos. Porque de Yahvé es el reino, es quien gobierna a los pueblos. Ante él se postrarán los que duermen en la tierra, ante él se humillarán los que bajan al polvo.
Y para aquel que ya no viva su descendencia le servirá: hablará del Señor a la edad venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: «Así actuó el Señor».
5. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)