XVII Domingo del Tiempo Ordinario
Comer y compartir el pan de la vida
Juan 6, 1-15
1. Invocación al Espíritu Santo
Padre nuestro que estás en los cielos y nos has entregado a tu Hijo predilecto, envíanos tu Espíritu, para que podamos comer y gustar lo que nos das. Danos hoy el pan cotidiano del cuerpo y del espíritu y haz que susciten en nosotros el hambre y la sed de Ti, de tu palabra y de tu banquete, en el que nos saciarás de tu presencia, de tu amor y de tu shalom (paz), en la alegría de los hermanos que nos das hoy, para que compartamos con ellos el pan material y espiritual. Amen.
2. Lectura
a) Premisas y claves de la lectura bíblica y litúrgica:
- Nuestro pasaje tiene una particularidad singular: narra el único texto “infraccionado” de los evangelios. De hecho, en total, se narra seis veces (una, en Lucas y Juan; dos en Marcos y Mateo, respectivamente). Más allá de la valoración histórico-crítica de esta insólita frecuencia, es evidente que la tradición cristiana primitiva dio a este pasaje una gran importancia.
- Las relaciones literarias con otras narraciones evangélicas son muy discutidas, pero actualmente no se pueden establecer definitivamente cuáles sean las relaciones directas o indirectas entre las distintas narraciones evangélicas. El paralelo más cercano a Juan, parece ser aquí, el primer texto de Marcos (6,30-54), pero Juan lo habría extraído de una fuente autónoma que ha reelaborado de tal modo que estuviese en estrecha relación con el sermón que le sigue.
- Como sucede a menudo en el cuarto evangelio, al “signo”, que en este caso sería el milagro, se le une un sermón de gran importancia teológica. En este caso, el sermón que sigue y que comprende prácticamente todo el capítulo sexto, es el sermón sobre “el pan de la vida” (6,29-59), la gran fuente de reflexión teológica sobre el sacramento de la eucaristía. * En todo el texto se ponen de relieve, palabras, ideas y gestos, característicos de la liturgia cristiana, por lo cual parece que está muy unido con la tradición litúrgica de la celebración eucarística, sobre todo teniendo en cuenta que el evangelio de Juan no narra la institución de la Eucaristía.
- En el ciclo litúrgico de este año, basado en el evangelio de Marcos, se incluye aquí una serie de evangelios dominicales tomados del evangelio de Juan. La inserción se realiza, justo en momento en el que se debería leer la multiplicación de los panes. La elección de la primera lectura es un ejemplo claro de la relación entre ambos testamentos: se trata de una multiplicación de panes realizada por el Profeta Eliseo (2 Re 4, 42-44). El paralelo entre ambos milagros ilumina el aspecto profético de la persona de Jesús. A su vez, la segunda lectura (Ef 4, 1-6) subraya uno de los aspectos de la vida eucarística de la Iglesia: la comunión que se construye en torno a Cristo y se alimenta del único pan eucarístico.
- Los temas mayores de este pasaje son aquellos relacionados con la simbología del pan y el compartir el alimento, también en perspectiva escatológica. Otros motivos importantes presentes en el texto son los de la fe en Jesús y en su modo de interpretar el mesianismo, mostrado aquí bajo la filigrana de la figura veterotestamentaria de Moisés.
b) El texto:
¹Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, ²y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. ³Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. ⁴Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. ⁵Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: “¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?” ⁶Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. ⁷Felipe le contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.” ⁸Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: ⁹”Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?” ¹⁰Dijo Jesús: “Haced que se recueste la gente.” Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000. ¹¹Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. ¹²Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.” ¹³Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. ¹⁴Al ver la gente la señal que había realizado, decía: “Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.” ¹⁵Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
c) Subdivisión del texto para comprenderlo mejor:
vv. 1-4: introducción temporal, geográfica y litúrgica
vv. 5-10: diálogo preparatorio entre Jesús y sus discípulos
vv. 11-13: el alimento “multiplicado” es sobreabundante
vv. 14-15: reacciones de Jesús y de la gente.
3. Un espacio de silencio
para dejar que la Palabra de Dios impregne el corazón y la mente.
- Estamos en primavera, la Pascua está próxima. El aire es fresco todavía y esto hace más fácil seguir y escuchar al ahora ya famoso, aunque discutido, rabí de Nazaret.
- Mientras leo y vuelvo a leer, también yo lo siento hablar haciendo una vez más discursos “extraños”: ¿cómo es posible dar de comer a esta muchedumbre inmensa que lo rodea por todas partes?
- Pocos panes, poquísimos peces…no tenemos miedo de perderlos mientras tratamos de dividirlos. ¡Se multiplican a medida que los distribuimos!
- Al final, lo recogemos todo: un gran trabajo, pero el pan en todas partes, en todo lugar, en cualquier tiempo, es un don precioso, sobre todo este pan.
- Vuelvo a emprender el camino con Él, sin pararme, con el corazón más ligero y feliz por las grandes cosas que he visto hoy, pero también con algunas preguntas de más. Continúo mirando y escuchándolo, para dejarme sorprender por sus gestos, las expresiones de su rostro y de su voz, por sus palabras.
4. La Palabra que se nos da
- El “libro de los signos” del cuarto evangelio: este pasaje está colocado en la parte del evangelio llamada “libro de los signos” (desde 1,19 hasta 12,50), en los cuales se describen y se comentan los siete grandes “signos” de auto revelación (semeion, milagro o acción simbólica) realizados por Jesús en este evangelio. Los sermones y los signos están estrechamente relacionados: los “signos” se explican con sermones teológicos y en los “signos” se presentan plásticamente los contenidos del sermón, en una progresiva profundización de la revelación divina y en la consiguiente creciente hostilidad hacia Jesús.
- El capítulo 6 de Juan: Algunos, para tratar de esclarecer los particulares geográficos y cronológicos del capítulo 6, proponen invertir la posición con el capítulo 5, pero esto no resolvería todos los problemas. Es mejor mantener y respetar lo que la tradición nos ha transmitido, aún teniendo presente los problemas de tipo histórico-redaccional, para no “acentuar indebidamente algo que parece ser no ha tenido mucha importancia para el evangelista” (R. Brown).
- Jesús fue a la otra orilla del mar de Galilea, es decir, de Tiberiades: el lago se identifica con una doble denominación; la primera es la tradicional, la segunda la adopta solamente Juan en el Nuevo Testamento (también en 21,1), quizás porque ha sido resaltada en la vida de Jesús y, por lo tanto, se ha hecho común este nombre en el período sucesivo después de su muerte, sobre todo en el mundo helenístico.
- Mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos: anteriormente (2,23-25) encontramos una situación semejante, en la cual muchos creyeron en Jesús porque habían visto los “signos” que realizaba. En ambas ocasiones, Jesús muestra desaprobar tales motivaciones (2,24-25;6,5.26). Los “signos” en los enfermos, es decir, los milagros, que Jesús habría realizado en Galilea, no están narradas por Juan, a excepción de la curación del hijo del funcionario real (4,46-54). El mismo evangelista, sin embargo, deja entender con estas palabras que no ha narrado todos los acontecimientos y que ha hecho una selección entre las muchas cosas que podría haber narrado a los lectores (cfr. 21,25).
- Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos: No es posible situar este monte. Jesús que, como Moisés, se sienta rodeado de sus discípulos, es un tema que también aparece en los otros evangelios (cfr. Mc 4,1; Mt 5,1;Lc 4,20). El gesto de sentarse para enseñar era propio de los rabinos, pero Juan, al contrario que Marcos 6,34, no señala que Jesús haya enseñado en esta circunstancia.
- Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos: En el cuarto evangelio se hace referencia a tres celebraciones de la Pascua de Jesús durante su vida pública. Esta sería la segunda (la primera:2,13; la tercera: 11,55) y hace comprender el ambiente religioso y teológico de todo lo que sucede en el capítulo 6; el “pan dado” por Dios como el maná, la subida al monte de Jesús, como Moisés, el paso del mar, como sucedió en el Éxodo (en el episodio siguiente: 6,16-21), el sermón centrado sobre el pan que viene de Dios. A propósito de la relación del maná que se dio en el desierto y la multiplicación de los panes, encontramos varios paralelos que hacen referencia a Números 11 (vv. 1.7-9.13.22). Algunos gestos de Jesús (por ejemplo partir y distribuir el pan), como otros temas teológicos que tocará en el sermón siguiente, son referencias concretas al seder pascual y a las lecturas litúrgicas de la sinagoga en dicha fiesta. La Pascua es, pues, una fiesta de primavera y, de hecho, Juan señala que había mucha hierba en aquel lugar (6,10; cfr. Mt 14,19 y Mc 6,39).
- Jesús vio que venía hacia él mucha gente: Al principio de la narración parece ser que la gente le seguía ya de antemano, mientras que Juan dice que la muchedumbre venía hacia él. Tal vez aquí hay uno de los temas teológico preferido por Juan y muy subrayado en este capítulo: el venir hacia Jesús, expresión correspondiente a la adhesión total de la fe (3,21; 5, 40; 6, 35.37.45; 7,37 y otros).
- Dice a Felipe…Andrés, hermano de Simón Pedro: son dos, de entre los doce, que en este evangelio juegan un papel importante (cfr. 1,44 y 12, 21-22), mientras que en los otros evangelios quedan en la sombra. Parece ser que eran venerados de modo especial en Asia Menor, lugar en el que tuvo su origen el evangelio de Juan.
- “¿Dónde vamos a comprar panes para que coman estos?”: La pregunta a Felipe se justifica, tal vez, por el hecho de que provenía de aquella zona geográfica. Si interpretamos esta pregunta a la luz de otras semejantes en el evangelio (1,48; 2,9;4,11;7,27-28; 8,14;9,29-30;19,9), descubrimos el valor cristológico: preguntar de dónde proviene el don, es preguntar también por quien es el donante que, en este caso, es Jesús; por tanto la pregunta se dirige al origen divino de Jesús.
- Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer: El “poner a prueba” la reacción del discípulo, se expresa con un verbo (peirazein) que tiene normalmente un significado negativo, de tentación, verificación o engaño. Esta frase se pone para hacer resaltar la duda que la pregunta precedente de Jesús ha suscitado, como una expresión de ignorancia.
- “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco”: La cifra corresponde a al salario de doscientos días de trabajo de un obrero (cfr. Mt 20,13; 22,2). Marcos (6,37) se expresa de manera, que hace pensar que una cantidad tal sea suficiente para cubrir la necesidad, pero Juan lo que quiere subrayar es la grandiosidad de la obra divina y la desproporción de los recursos humanos. A esto responde la pregunta inmediata de Andrés: “Pero ¿qué es esto para tantos?”
- “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”: El muchacho, a juzgar por las palabras, doblemente diminutivas usadas en el texto griego (paidarion) es justo un “muchachito”: una persona sin ninguna importancia social. El mismo término se usa en 2 Re (4,12.14.25; 5,20) para el siervo de Eliseo, Giezi. El pan de cebada, al contrario del de trigo, era un alimento barato usado por los pobres. Parece ser (cfr. Lc 11,5) que el alimento normal para una persona eran tres panes. Los peces-secos (opsarion, nuevamente doble diminutivo) era el alimento que se consumía normalmente con el pan.
- “Haced que se recueste la gente…eran unos cinco mil hombres”: En realidad, según el uso de la época, Jesús los “hace recostar” o “tumbarse”: la comida se debía tomar cómodamente, igual que en el ritual de la Pascua y como era obligación en los banquetes. Todas las narraciones evangélicas señalan el número de hombres.
- Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió…y lo mismo los peces: Estas palabras de Jesús están muy cercanas a las del rito eucarístico, aún cuando no se puede decir que el uno provenga del otro. “Dio gracias” se traduce aquí por eucharistein, que se usaba de modo distinto a eulogein, bendecir, que es el verbo utilizado por los evangelios sinópticos en este pasaje; el primero era común en el ambiente griego, el segundo proviene del ambiente hebraico. Si consideramos el lenguaje usado en la época en la que fueron escritos los evangelios, podemos decir que entre las dos expresiones no hay mucha diferencia de contenido, aún cuando la referencia a la eucaristía de Juan sea mucho más directa para nosotros, acostumbrados al lenguaje litúrgico eucarístico cristiano. Tanto es verdad, que el cuarto evangelista utiliza el mismo verbo en 11,41, donde no encontramos ninguna referencia al sacramento. Igual que el presidente de la mesa de Pascua, Jesús mismo parte el pan y lo distribuye directamente a la gente. De igual modo hará en la última Cena. Probablemente, sin embargo, los hechos han sucedido como narran los evangelios sinópticos: Jesús dio el pan ya partido para que lo distribuyeran los apóstoles, la muchedumbre era demasiado grande para que él solo lo pudiera hacer. Juan quiere llamar la atención de sus lectores sobre la persona de Jesús, único y verdadero dador del “pan del cielo”. Observemos bien cómo se realizaron los hechos: la multiplicación sucede después de la división del pan y la división ocurre después que un “pequeño” pone a disposición de todos sus irrisorios recursos. Aquellos pobres y pequeños panes, ¡se multiplican a medida que se dividen! Jesús multiplica lo que nosotros aceptamos, un poco ciegamente, para compartir con El y con los otros.
- Todo lo que quisieron…y se saciaron: Es la abundancia prometida por los profetas en el tiempo de la shalom y para el alegre banquete escatológico (cfr., por ej. Is 25, 6; 30,23; 49, 9;56, 7-9; Os 11,4; Sal. 37, 19; 81,17; 132, 15). Por tanto, la muchedumbre no se equivoca cuando dice que Jesús “es el verdadero profeta que tenía que venir a este mundo”: profeta que realiza la promesa divina de enviar un profeta “igual a Moisés” (Dt 18,15-18) y que inaugura los tiempos mesiánicos con un banquete abundante como habían prometido los profetas antiguos.
- “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”: Entran en escena los apóstoles que tratan de no perder ningún trozo de este pan precioso. Este pan, sin embargo, es un “pan que perece” y no que no se puede comparar con el verdadero “pan del cielo” (cfr. 6, 24). El mandato de recoger (synagein) lo que sobra, hace referencia a lo que estaba prescrito sobre el maná (cfr. Ex 16,15 ss).
- “Llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes que sobraron”: No se puede establecer con certeza si el número de canastos hace referencia al número de los discípulos. La frase quiere hacer subrayar la gran abundancia que vino de los panes bendecidos por Jesús. Juan parece que no le da importancia a los dos peces que habían sido ofrecidos con los panes, tal vez porque el sermón que sigue está todo centrado en el pan.
- “Al ver la gente la señal”: La motivación que Juan ofrece a continuación del milagro, no es la compasión por la gente; esto lo habrían entendido así los discípulos que, según Marcos (/ 6,52 y 8, 14-21), no entendieron el significado del milagro. El cuarto evangelio pone de relieve el significado del “signo” del milagro.
- “Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerlo rey, huyó de nuevo al monte él solo”: Contrariamente a los otros evangelistas, Juan narra la rápida desaparición de Jesús después del milagro; quería evitar que su papel como Mesías fuera “manipulado” por manifestaciones políticas por parte de la gente. Jesús confirma de nuevo su elección (cfr. Mt 4,1-10), la que realizará hasta el final, delante de Pilato (19, 33-37).
5. Algunas preguntas
para orientar la reflexión y la actuación.
a) El pan se multiplica porque alguien “muy pequeño” renuncia a conservar para sí sus propias seguridades (aún cuando son pequeñísimas, como las “cebollas de Egipto”) arriesgando el hacer el ridículo o fracasar. El “muchachito” de la narración evangélica se fía de Jesús, aún cuando él no había prometido nada. Yo, nosotros, ¿haremos lo mismo?
b) El muchacho es una persona insignificante, los panes son pocos y los peces menos. Pasando por las manos de Jesús todo se convierte en grande y bello. Hay una desproporción entre lo que somos y lo que Dios nos hace llegar a ser, si nos ponemos en sus manos. “Nada es imposible para Dios”: ni convertir los corazones más duros, ni cambiar el mal en instrumento de bien…Dios colma toda desproporción entre él y nosotros. ¿Creo, incluso, cuando todo parece que está en contra?
c) El pan material que nos es dado por Dios nos recuerda lo que debemos compartir con tantos hombres y mujeres que sobre la tierra están faltos de recursos y que luchan desesperadamente por un trozo de pan. Cuando rezamos “danos hoy nuestro pan cotidiano”, ¿dirigimos acaso un pensamiento a aquellos a quienes les falta este pan y tratamos de ir a su encuentro?
d) El hambre física y el pan material nos recuerdan también el “hambre de Dios” y el banquete escatológico. Son realidades que muy a menudo alejamos de nuestro pensamiento y que consideramos como lejos de nosotros. Sin embargo, el tenerlas presentes, nos ayudaría a relativizar tantos problemas que nos parecen más grande que nosotros y a vivir más serenamente preocupándonos solamente de aquello que es esencial. Cuando durante la celebración eucarística aclamamos “…¡Ven Señor Jesús!”, ¿estamos realmente a la espera de la vuelta gloriosa de Aquel que nos ama y que desde ahora lo prevé todo para nosotros?
6. Oremos (Sal 147: 1-11)
Alabando a Dios con un himno de sabor pascual a Aquel que proporciona el alimento y todo tipo de subsistencia a los “pequeños” de su pueblo y a todo ser viviente.
Alabad a Yahveh, que es bueno salmodiar, a nuestro Dios, que es dulce la alabanza. Edifica Yahveh a Jerusalén, congrega a los deportados de Israel; él sana a los de roto corazón, y venda sus heridas. Él cuenta el número de estrellas, y llama a cada una por su nombre; grande es nuestro Señor, y de gran fuerza, no tiene medida su saber. Yahveh sostiene a los humildes, hasta la tierra abate a los impíos. Cantad a Yahveh en acción de gracias, salmodiad a la cítara para nuestro Dios: El que cubre de nubes los cielos, el que lluvia a la tierra prepara, el que hace germinar en los montes la hierba, y las plantas para usos del hombre, el que dispensa al ganado su sustento, a las crías del cuervo cuando chillan. No le agrada el brío del caballo, ni se complace en los músculos del hombre. Se complace Yahveh en los que le temen, en los que esperan en su amor.
7. Oración final
La Iglesia desde sus primeros pasos celebró la Eucaristía como la cena Pascual del Señor reflejada en la multiplicación de los panes. Nuestra oración de hoy recoge la herencia de los cristianos de los primeros siglos:
“Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de tu siervo Jesús. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos. Como este pan estaba disperso por los montes y después, al ser reunido, se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente. Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre, que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre, y diste a los hombres la comida y bebida para que disfrutaran de ellas. Pero, además, nos has proporcionado una comida y bebida espiritual y una vida eterna por medio de tu Siervo. Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A ti sea la gloria por los siglos. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, Para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu amor, y congrégala de los cuatro vientos, ya santificada, en el reino que has preparado para ella. Porque tuyo es el poder y la gloria por siempre.
Que venga tu gracia y que pase este mundo. ¡Hosanna al Hijo de David!
(De la Didaché o Doctrina de los doce apóstoles, 9-10)
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)