Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada – Al servicio de la Iglesia, la fe y la cultura – Jerez de la Frontera

Domingo, 7 Marzo, 2021

III Domingo de Cuaresma
La purificación del templo Jesús el nuevo templo
Juan 2, 13-25

Oración inicial

Espíritu de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad toda entera, abre nuestra mente a la inteligencia de las Escrituras. Tú, que descendiendo sobre María de Nazareth, la convertiste en tierra buena donde el Verbo de Dios pudo germinar, purifica nuestros corazones de todo lo que opone resistencia a la Palabra. Haz que aprendamos como Ella a escuchar con corazón bueno y perfecto la Palabra que Dios nos envía en la vida y en la Escritura, para custodiarla y producir fruto con nuestra perseverancia.

Lectura

• Contexto y estructura:

Nuestro pasaje sigue inmediatamente al primer signo de Jesús en Caná de Galilea (2, 1-12). Existen algunas expresiones y frases que se repiten en las dos escenas y hacen pensar que el autor haya querido crear un contraste entre las dos escenas. En Caná, una aldea de Galilea, durante una fiesta de bodas, una mujer hebrea, la madre de Jesús, demuestra una confianza ilimitada en Jesús e invita a la acogida de su palabra (2, 3-5). Por otra parte, “los Judíos” durante la celebración de la Pascua en Jerusalén rechazan el creer en Jesús y no acogen su palabra. En Caná Jesús hizo el primer signo (2,11), aquí los Judíos piden un signo (v. 18), pero no aceptan el signo que Jesús les da (2,20).

El desarrollo de nuestra pequeña historia es muy sencilla. El v. 13 la encuadra en un contexto espacial y temporal bien preciso y significativo: Jesús sube a Jerusalén por la Pascua. El v. 14 introduce la escena que hace desencadenar una fuerte reacción por parte de Jesús. La acción de Jesús viene descrita en el v.15 y motivada por el mismo Jesús en el v. 16. La acción y la palabra de Jesús suscitan dos reacciones. La primera, la de los discípulos, es de admiración (v. 17); la segunda, aquélla de los “judíos”, es de desacuerdo y confrontación (v. 18). Ellos reclaman una explicación por parte de Jesús (v. 19), pero no están abiertos a acogerla (v. 20). En este momento interviene el narrador para interpretar auténticamente la palabra de Jesús (v. 21). “Los Judíos” no pueden entender el verdadero significado de la palabra de Jesús. Pero ni siquiera los discípulos, que lo admiran como un profeta lleno de celo por Dios, la pueden entender ahora: sólo después de su cumplimiento creerán en la palabra de Jesús (v. 22). Finalmente el narrador nos ofrece un resumen sobre la acogida entusiasta de Jesús por parte de las gentes en Jerusalén (vv. 23-25). Pero esta fe basada sólo en los signos no entusiasma a Jesús.

• El texto:

13 Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. 14 Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. 15 Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; 16 y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado.» 17 Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu casa me devorará.
18 Los judíos entonces replicaron diciéndole: «Qué signo nos muestras para obrar así.» 19 Jesús les respondió:
«Destruid este santuario y en tres días lo levantaré.» 20 Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se ha tardado en construir este santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» 21 Pero él hablaba del santuario de su cuerpo. 22 Cuando fue levantado, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
23 Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver los signos que realizaba. 24 Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos 25 y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.

Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

• ¿Soy capaz de confiarme a Dios completamente en un acto de fe o pido siempre signos? Dios me proporciona muchos signos de su presencia en mi vida ¿soy capaz de acogerlos? ¿Me contento con el culto exterior o trato de ofrecer a Dios el culto de mi obediencia en la cotidianidad de la vida?
• ¿Quién es Jesús para mi? ¿Soy consciente de que sólo en Él y por medio de Él es posible encontrar a Dios?

Una clave de lectura

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

• “Los Judíos”

El Evangelio de Juan tiene el carácter de un largo debate sobre la identidad de Jesús. En este debate cristológico está de una parte Jesús y de la otra “los Judíos”. Pero este debate, más que la situación histórica del tiempo de Jesús, expresa la situación desarrollada hacia los años ochenta del primer siglo entre los seguidores de Jesús y los hebreos, que no lo han aceptado como Hijo de Dios y Mesías. Ciertamente, el enfrentamiento se inició ya durante el ministerio de Jesús. Pero la división entre los dos grupos que étnicamente eran todos lo mismo y constituido por hebreos, se hizo definitiva cuando aquéllos que no aceptaban a Jesús como Hijo de Dios y Mesías, sino que lo tenían como blasfemo, expulsaron a los seguidores de Jesús de las sinagogas, o sea, de la comunidad de fe hebraica (ver Jn 9, 22; 12,42; 16,2).

Por tanto, “los Judíos” que encontramos a menudo en el cuarto evangelio no representan el pueblo hebreo. Son los elementos literarios en el debate cristológico que se desata en este evangelio. Ellos representan, no una raza, sino a aquéllos que han tomado una posición clara de rechazo absoluto de Jesús. En una lectura actualizada del evangelio, “los Judíos,” son todos aquéllos que rechazan a Jesús, sea cual sea la nación o época a la que pertenezcan.

• Los signos

Las curaciones y otras acciones taumatúrgicas de Jesús que los evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) llaman milagros o prodigios, Juan los llama signos. En cuanto que son signos señalan algo que va más allá de la acción que se ve. Ellos revelan el misterio de Jesús. Así, por ejemplo, la curación del ciego de nacimiento revela a Jesús como luz del mundo (Jn 8,12; 9, 1- 41); la resurrección de Lázaro revela que Jesús es la resurrección y la vida (ver Jn 11, 1-45).

En nuestra narración “los Judíos” piden un signo en el sentido de una prueba, que autenticase las palabras y acciones de Jesús. Pero en el cuarto evangelio, Jesús no obra signos como pruebas que garanticen la fe. Una fe basada en los signos no es suficiente. Es sólo una fe incipiente que puede conducir a la verdadera fe (ver Jn 20.30-31), pero que también puede no tener éxito (ver Jn 6,26).

El evangelio de Juan nos pide que vayamos más allá de los signos, de no quedarnos en lo maravilloso, sino acoger el significado más profundo de revelación que los signos quieren indicar.

• Jesús nuevo Templo

El templo de Jerusalén era el lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Sin embargo, los profetas insistieron incesantemente en que no bastaba acceder al templo y ofrecer sacrificios para ser agradables a Dios (ver Is 1,10-17; Jer 7, 1-28; Am 4, 4-5; 5, 21-27). Dios pide la obediencia y una vida moralmente recta y justa. Si el culto exterior no expresa estas posturas vitales, es vacío (ver 1 Sam 15, 22). Jesús se injerta en esta tradición profética de purificación del culto (ver Zac 14, 21 y Mal 3,1 para la acción del futuro “Mesías” a este respecto). Los discípulos lo admiran por esto y rápidamente piensan que por este modo de comportarse tendrá que sufrir en la persona como Jeremías (ver Jr 26, 1-15) y los otros profetas.

Pero para el evangelio de Juan la acción de Jesús es más que un gesto profético de celo por Dios. Es un signo que prefigura y anuncia el gran signo de la muerte y resurrección de Jesús. Más que una purificación, lo que hace Jesús es anunciar la abolición del templo y del culto allí celebrado, porque ya el lugar de la presencia de Dios es el cuerpo glorificado de Jesús (ver Jn 1,51; 4, 23).

Salmo 50

El culto que Dios quiere
Habla Yahvé, Dios de los dioses:
convoca a la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece; viene nuestro Dios y no callará.
Lo precede un fuego voraz, lo rodea violenta tempestad;
convoca desde lo alto a los cielos, y a la tierra para juzgar a su pueblo.
«Reunid ante mí a mis adeptos,
que sellaron mi alianza con sacrificios». (Los cielos proclaman su justicia,
pues Dios mismo viene como juez).
«Escucha, pueblo mío, voy a hablar, Israel, testifico contra ti,
yo, Dios, tu Dios.
No te acuso por tus sacrificios,
¡están siempre ante mí tus holocaustos! No tomaré novillos de tu casa,
ni machos cabríos de tus apriscos, pues son mías las fieras salvajes, las bestias en los montes a millares; conozco las aves de los cielos, mías son las alimañas del campo.
Si hambre tuviera, no te lo diría,
porque mío es el orbe y cuanto encierra.
¿Acaso como carne de toros
o bebo sangre de machos cabríos? Sacrifica a Dios dándole gracias, cumple todos tus votos al Altísimo: invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me darás gloria.
Pero al malvado Dios le dice:
«¿A qué viene recitar mis preceptos y ponerte a hablar de mi alianza,
tú que detestas la doctrina
y a tus espaldas echas mis palabras? Si ves a un ladrón vas con él,
compartes tu suerte con adúlteros; abres tu boca con malicia,
tu lengua trama engaños.
Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre.
Haces esto, ¿y he de callarme?
¿Piensas que soy como tú?
Yo te acuso y te lo echo en cara.
Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce y no haya quien os salve. Me honra quien sacrifica dándome gracias,
al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

Oración final

¡Oh Padre!, tú has constituído a tu Hijo Jesús templo nuevo de la nueva y definitiva alianza, construido no por manos de hombre sino del Espíritu Santo. Haz que, acogiendo con fe su Palabra, vivamos en Él y podamos así adorarte en espíritu y verdad. Abre nuestros ojos a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas que son miembros del cuerpo de Cristo para que sirviendo a ellos te demos el verdadero culto que tú deseas. Te lo pedimos por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)