Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada – Al servicio de la Iglesia, la fe y la cultura – Jerez de la Frontera

Lectio Divina: 26º Domingo del Tiempo Ordinario (A)

Domingo, 27 Septiembre , 2020
La parábola de los dos hijos. ¡Desobediencia obediente y obediencia desobediente!
Mateo 21,28-32

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Una clave de lectura:

Jesús narra un hecho muy frecuente en la vida de familia. Un hijo dice a su padre: “¡Voy!”, pero luego no va. Otro hijo le dice: “¡No voy!”, pero luego va. Jesús pide a sus oyentes que presten atención y que den su parecer. Por esto, durante la lectura, prestamos atención para descubrir el punto exacto sobre el cuál quiere Jesús reclamar nuestra atención.

b) Una división del texto para ayudar a la lectura:

Mat 21, 28-31ª :
La comparación en sí misma
Mat 21, 31b-32: La aplicación de la comparación

c) El texto:

28-31a: «Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: `Hijo, vete hoy a trabajar en la viña.’ Y él respondió: `No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: `Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» -«El primero»- le dicen.
31b-32: Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él.

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la reflexión personal.

a) ¿Qué punto de esta historia de los dos hijos ha llamado más tu atención?¿Por qué?
b) ¿Quiénes son los oyentes a los que Jesús se dirige? ¿Cuál es el motivo que lo ha llevado a proponer esta parábola?
c) ¿Cuál es el punto central que Jesús subraya en la conducta de los dos hijos?
d) ¿Qué tipo de obediencia recomienda Jesús a través de esta parábola?
e) ¿En qué consiste exactamente la precedencia de las prostitutas y de los publicanos respecto a los sacerdotes y a los ancianos?
f) Y yo ¿dónde me coloco? ¿ Entre las prostitutas o entre los sacerdotes y ancianos?

5. Una clave de lectura

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

a) El contexto en el cual el evangelio de Mateo conserva estas palabras de Jesús (Mateo: capítulos 18-23):

* El contexto del evangelio de Mateo en el cual se encuentra esta parábola es el de la tensión y el del peligro. Después del Discurso de la Comunidad (Mt 18, 1-35), Jesús se aleja de la Galilea, atraviesa el Jordán e inicia su último viaje hacia Jerusalén (Mt 19,1). Mucho antes Él había dicho que debía andar a Jerusalén para ser apresado y muerto y después resucitar (Mt 16, 21; 17, 22-23). Pues ahora ha llegado el momento de subir hasta la Capital y afrontar la prisión y la muerte (Mt 20, 17-19).

* Habiendo llegado a Jerusalén, Jesús se convierte en motivo de conflicto. Por un lado el pueblo que lo acoge con júbilo (Mt 21, 1-11). Hasta los niños lo acogen cuando, en un gesto profético, expulsa a los vendedores del templo y cura a ciegos y cojos (Mt 21, 12-15) Por el otro lado los sacerdotes y doctores que lo critican. Piden ellos que mande a los niños que cierren su boca (Mt 21, 15-16) La situación es tan tensa, que Jesús debe pasar la noche fuera de la ciudad (Mt 21, 17; cfr Jn 11, 53-54). Mas al día siguiente, muy de mañana, regresa y sobre la calle que lleva al templo maldice a una higuera, símbolo de la ciudad de Jerusalén: árbol sin fruto, sólo con hojas (Mt 21, 18-22). Después entra en el templo y comienza a enseñar al pueblo.

* Mientras está hablando al pueblo llegan las autoridades para discutir con Él y Jesús les hace frente uno por uno (Mt 21, 33; 22, 45): los sumos sacerdotes y los ancianos (Mt 21, 23), los fariseos (Mt 21, 45; 22, 41), los discípulos de los fariseos y de los herodianos (Mt 22, 16), los saduceos (Mt 22, 23), los doctores de la ley (Mt 22, 35). Finalmente Jesús hace una larga y durísima denuncia contra los escribas y fariseos (Mt 23, 1-36) y una breve y trágica acusación contra Jerusalén, la ciudad que no se convierte (Mt 23, 37-39). Es en este contexto cargado de tensión y peligroso, cuando Jesús pronuncia la parábola de los dos hijos que estamos meditando.

b) Comentario de las palabras de Jesús conservadas por Mateo:

Mateo 21, 28-30 Un ejemplo tomado de la vida familiar

*¿Qué os parece? La pregunta es provocativa. Jesús pide a sus oyentes que presten atención y den una respuesta. En el contexto en el que se encuentra la parábola, los oyentes invitados a decir su opinión son los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo (Mt 21, 23). Son los mismos que, por miedo del pueblo, no han querido responder a la pregunta sobre el origen del bautismo de Juan el Bautista: si venía del cielo o de la tierra (Mt 21, 24-27). Los mismos que después buscarán un modo de apresarlo (Mt 21, 45-46).

* Un hombre tenía dos hijos.Jesús narra el caso de un padre de familia que dice al primer hijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. El joven respondió: “Voy”, pero luego no fue. El padre dice la misma cosa al segundo hijo. Este responde: “No voy”, pero luego fue. Los oyentes, también ellos padres de familia, debían conocer este hecho por experiencia propia.

* ¿Cuál de los dos hijos ha hecho la voluntad del padre? Aquí Jesús termina la parábola aclarando la pregunta inicial. La respuesta de los sacerdotes y de los ancianos surge rápida: ¡El segundo! La respuesta brota pronto porque se trataba de una situación familiar bien conocida y evidente, vivida por ellos mismos en su propia familia y, muy probablemente, practicada por todos ellos (y también por nosotros) cuando eran jóvenes. Así, en la realidad, la repuesta era un juicio, no sobre los dos hijos de la parábola, sino sobre ellos. Respondiendo el segundo, ellos daban un juicio sobre sus propias conductas. Porque, en el pasado, muchas veces habían dicho al padre: “No voy”, pero bajo la presión del ambiente o del remordimiento, terminaban por hacer lo que el padre pedía. En la repuesta ellos se muestran como si fuesen hijos obedientes.

* Ahora, y en esto consiste exactamente la función o “la trampa” de la parábola: llevar a los oyentes a sentirse comprometidos en la historia, para que, usando como criterio la propia experiencia de vida, hagan un juicio de valor frente a la historia narrada en la parábola. Este juicio funcionará enseguida como clave para aplicar la parábola a la realidad. El mismo procedimiento didáctico se verifica en las parábolas de la viña (Mt 21,41-46) y la de los dos deudores (Lc 7, 40-46).

Mateo 21, 31-32: La aplicación de la parábola

* En verdad os digo que las prostitutas y los publicanos os preceden en el Reino de Dios. Usando como clave la respuesta dada por los mismos sacerdotes y ancianos, Jesús aplica la parábola al silencio pecaminoso de sus oyentes de frente al mensaje de Juan Bautista. La respuesta que habían dado se convierte en la sentencia de su misma condena. En línea con esta sentencia los publicanos y las prostitutas son aquéllos, que inicialmente, habían dicho no al padre y que luego habían terminado por hacer la voluntad del padre, porque habían recibido y aceptado el mensaje de Juan Bautista, como proveniente de Dios. Mientras ellos, los sacerdotes y ancianos, son aquéllos, que inicialmente habían dicho  al padre, pero no habían hecho lo que el padre quería, porque no quisieron acptar el mensaje de Juan Bautista, ni siquiera delante de tanta gente que lo aceptaba como mensajero de Dios.

* Así, por medio de la parábola, Jesús lo cambia todo: aquéllos que eran considerados transgresores de la ley y condenados por esto, eran en verdad los que habían obedecido a Dios e intentaban recorrer el camino de la justicia, mientras los que se consideraban obedientes a la ley de Dios, eran en verdad los que desobedecían a Dios.

* El motivo de este juicio tan severo por parte de Jesús está en el hecho de que las autoridades religiosas, sacerdotes y ancianos, no querían creer que Juan Bautista hubiese venido de parte de Dios. Los publicanos y las prostitutas, por el contrario, lo habían creído. Esto significa que para Jesús la mirada contemplativa – o sea, la capacidad de reconocer la presencia activa de Dios en las personas y en las cosas de la vida – no estaba en los sacerdotes y mucho menos en los jefes, sino en las personas despreciadas como pecadores e impuros. Se puede entender por qué estas autoridades decidieron prender y matar a Jesús, de hecho, “oyendo esta parábola entendieron que Jesús hablaba de ellos” (Mt 21, 45-46).

* Quien quisiese aplicar esta parábola hoy, provocaría, probablemente, la misma rabia que Jesús provocó con su conclusión. Hoy sucede lo mismo. Prostitutas, pecadores, pobres, ignorantes, mujeres, niños, laicos, laicas, obreros, indios, negros, presos, homosexuales, enfermos del sida, drogados, divorciados, sacerdotes casados, herejes, ateos, trabajadoras, madres jóvenes, parados, analfabetos, enfermos, es decir, todas las categorías de personas que son por lo general marginadas, como no perteneciente al círculo religioso, estas personas, muchas veces, tienen una mirada más atenta para percibir el camino de la justicia, que la que conseguimos los que vivimos todo el día en la iglesia y formamos parte de la jerarquía religiosa. Por el hecho de que una persona pertenece a una jerarquía religiosa, no por esto posee la mirada pura que permite percibir las cosas de Dios en la vida.

Iluminando las palabras de Jesús

* Una nueva manera de enseñar al pueblo y de hablar de Dios.
Jesús no era una persona que había estudiado (Jn 7, 15). No había frecuentado, como el apóstol Pablo ( Act 23, 3) la escuela superior de Jerusalén. El provenía del interior, de Nazaret, un pequeño pueblo de la Galilea. Ahora, llegando a Jerusalén, sin pedir permiso a las autoridades, este carpintero de Galilea, había comenzado a enseñar al pueblo ¡en la plaza del templo! Decía cosas nuevas. ¡Hablaba de un modo diverso, divino! El pueblo estaba impresionado por el modo de enseñar de Jesús: “Una nueva doctrina. Enseñada con autoridad. Diferente de los escribas” (Mc 1,22-27). Enseñar era lo que más hacía Jesús, era su costumbre. Muchas veces los evangelistas dicen que Jesús enseñaba. Aunque no siempre dicen el contenido de la enseñanza, no es por que no tuviese interés el contenido, sino porque el contenido aparece no sólo en sus palabras, sino en sus gestos y en la misma manera de comportarse con el pueblo. El contenido nunca está desligado de la persona que lo comunica. La bondad y el amor que aparecen en sus gestos y en su manera de estar con los otros son parte del contenido.

* La enseñanza por medio de parábolas
Jesús acostumbraba a enseñar por medio de parábolas. Tenía una capacidad extraordinaria de encontrar comparaciones para explicar las cosas de Dios, que no son tan evidentes, a través de cosas sencillas y evidentes de la vida que el pueblo conocía y experimentaba en su lucha cotidiana por sobrevivir. Esto supone dos cosas: estar dentro de las cosas de la vida y estar dentro de las cosas de Dios, del Reino de Dios.
Por lo general no explica las parábolas, sino que dice: “¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!” O sea: “¡Está bien, habéis oído Ahora tratar de entender!”. Por ejemplo, el agricultor que escucha la parábola de la semilla, dice: “La simiente arrojada en el terreno, yo sé qué cosa es. Pero Jesús ha dicho que esto tiene que ver con el Reino de Dios. ¿Qué querrá decir?” Y por aquí se puede imaginar las largas discusiones y conversaciones del pueblo. Una vez un obispo preguntó en la comunidad: “Jesús dice que debemos ser como sal ¿Para qué sirve la sal?” Discutieron y al final la comunidad encontró más de diez usos de la sal. De aquí aplicaron todo a la vida de la comunidad y descubrieron que ser sal es difícil y exigente. ¡La parábola funcionó!
En algunas parábolas suceden cosas que por lo regular no suceden en la vida. Por ejemplo, ¿cuándo se ha visto que un pastor de cien ovejas abandone las noventa y nueve para buscar la única que se ha perdido? (Lc 15,4). ¿Cuándo se ha visto que un padre reciba con una fiesta al hijo disoluto, sin decir siquiera una palabra de recriminación? (Lc 15,20-24) ¿Dónde se ha visto que un samaritano sea mejor que un levita o un sacerdote? (Lc 10,29-37) Así, la parábola empuja a pensar. Lleva a la persona a comprometerse en la historia y a reflexionar sobre sí misma a partir de la propia experiencia de vida y confrotarla con Dios. Hace que nuestra experiencia nos lleve a descubrir que Dios está presente en la cotidianidad de nuestra vida. La parábola es una forma participativa de enseñar, de educar. No de una vez, sino por partes. No hace saber, pero nos inclina a descubrir. La parábola cambia los ojos, convierte a la persona en contemplativa, descubridora de la realidad. ¡Aquí está la novedad de la enseñanza de las parábolas de Jesús, a diferencia de los doctores que enseñaban que Dios se manifestaba sólo en la observancia de la ley. Para Jesús, “el Reino de Dios” no es fruto de la observancia. ¡El Reino de Dios está en medio de vosotros! (Lc 17, 21)

6. Salmo 121

La mirada contemplativa descubre la presencia de Dios en la vida

Alzo mis ojos a los montes,
¿de dónde vendrá mi auxilio?
Mi auxilio viene de Yahvé,
que hizo el cielo y la tierra.
¡No deja a tu pie resbalar!
¡No duerme tu guardián!
No duerme ni dormita
el guardián de Israel.
Es tu guardián Yahvé,
Yahvé tu sombra a tu diestra.
De día el sol no te herirá,
tampoco la luna de noche.
Yahvé te guarda del mal,
él guarda tu vida.
Yahvé guarda tus entradas y salidas,
desde ahora para siempre.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén

Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)