Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
¡Oh Dios!, creador y dueño de todas las cosas, míranos; y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor.
2) Lectura del Evangelio según Lucas 7,11-17
A continuación se fue a una ciudad llamada Naín. Iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; la acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo: «No llores.» Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.» El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de él se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
3) Reflexión
• El evangelio de hoy narra el episodio de la resurrección del hijo de la viuda de Naím. Es esclarecedor el contexto literario de este episodio en el capítulo VII del Evangelio de Lucas. El evangelista quiere mostrar cómo Jesús va abriendo camino, revelando la novedad de Dios que avanza por medio del anuncio de la Buena Nueva. Se van dando la transformación y la apertura: Jesús acoge la petición de un extranjero no judío (Lc 7,1-10) y resucita al hijo de una viuda (Lc 7,11-17). La manera como Jesús revela el Reino sorprende a los hermanos que no estaban acostumbrados a tan gran apertura. Hasta Juan el Bautista se quedó como perdido y mandó preguntar: “¿Eres tú el señor o debemos esperar a otro?” (Lc 7,18-30). Jesús llegó a denunciar la incoherencia de sus anfitriones: «¡Sois como niños que no saben lo que quieren!» (Lc 7,31-35). Y al final, la apertura de Jesús para con las mujeres (Lc 7,36-50).
• Lucas 7,11-12: El encuentro de las dos procesiones. “A continuación se fue a una ciudad llamada Naín. Iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; la acompañaba mucha gente de la ciudad.”. Lucas es como un pintor. Con pocas palabras consigue pintar el cuadro tan bonito del encuentro de las dos procesiones: la procesión de la muerte que sale de la ciudad y acompaña a la viuda que lleva a su único hijo hacia el cementerio; la procesión de la vida que entra en la ciudad y acompaña a Jesús. Las dos se encuentran en la pequeña ciudad, junto a la puerta de la ciudad de Naín.
• Lucas 7,13: La compasión entra en acción. “Al verla el Señor tuvo compasión de ella y le dijo: ¡No llores! Es la compasión que lleva a Jesús a hablar y a actuar. Compasión significa literalmente: “sufrir con”, asumir el dolor de la otra persona, identificarse con ella, sentir con ella el dolor. Es la compasión que acciona en Jesús el poder, el poder de la vida sobre la muerte, poder creador.
• Lucas 7,14-15: «¡Joven, a ti te digo, levántate!» Jesús se aproxima, toca el féretro y dice: «¡Joven, a ti te digo, levántate!» El muerto se incorporó y se puso a hablar. Y Jesús se lo dio a su madre”. A veces en momentos de gran sufrimiento provocado por el fallecimiento de una persona querida, las personas dicen: “En aquel tiempo, cuando Jesús andaba por la tierra había esperanza de no perder a una persona querida, pues Jesús podría resucitarla”. Ellas miraban el episodio de la resurrección del hijo de la viuda de Naín como un evento del pasado que apenas suscita añoranza y una cierta envidia. La intención del evangelio, sin embargo, no es suscitar añoranza ni envidia, sino ayudar a experimentar mejor la presencia viva en media de nosotros. El está hoy con nosotros, y ante los problemas y el sufrimiento que nos azotan, nos dice: “¡Te lo ordeno: levántate!”
• Lucas 7,16-17: La repercusión. “Todos se quedaron con mucho miedo y glorificaban a Dios diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y Dios vino a visitar a su pueblo» Y lo que se decía de él se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina” Es el profeta que fue anunciado por Moisés (Deut 18,15). El Dios que nos vino a visitar es el “Padre de los huérfanos y de las viudas” (Sal 68,6; Cf. Judit 9,11).
4) Para la reflexión personal
• Fue la compasión lo que llevó a Jesús a resucitar el hijo de la viuda. El sufrimiento de los demás ¿Produce en nosotros la misma compasión? ¿Qué hago para ayudar al otro a vencer el dolor y crear vida nueva?
• Dios visitó a su pueblo. ¿Percibo las muchas visitas de Dios en mi vida y en la vida de la gente?
5) Oración final
Servid a Yahvé con alegría, llegaos a él con júbilo!
Sabed que Yahvé es Dios, él nos ha hecho y suyos somos, su pueblo y el rebaño de sus pastos. (Sal 100,2-3)
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)