Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada – Al servicio de la Iglesia, la fe y la cultura – Jerez de la Frontera

Miércoles, 8 de diciembre de 2021

La Anunciación

Lucas 1,26-38

Oración inicial

Alégrate, Virgen María,
ya surge la estrella de Jacob.
Se cumplen hoy las Escrituras:
como nube fecunda llega el Señor.
Viene nuestro Dios, no está en silencio;
ten atento el oído a su saludo.
Dulce es la palabra en sus labios,
noble el diseño de su corazón.
Resplandecen como alas de paloma
los vestidos de su mensajero;
desciende como céfiro de estío
sobre ti, fecundo, su consuelo
Despliega su fuerza nuestro Dios,
en tu carne encuentra su descanso;
encuentra en ti su santuario,
alábalo y ámalo por siempre.
Mira, aparece su cortejo,
delante de él camina la justicia.
Dominará el orgullo de los fuertes.
Devolverá a los humildes su vigor
Extenderá su gran misericordia
sobre todos los que temen su nombre;
humilde esclava del Señor,
téjenos las alabanzas del Amor.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 1, 26-38

26 Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28 Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 29 Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. 30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. 32 Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» 34 María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» 35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. 36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, 37 porque no hay nada imposible para Dios.» 38 Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue.

Un momento de silencio:

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

MEDITATIO

a) Clave de lectura:

Aunque se repiten los temas de Mateo y Marcos, el Evangelio de Lucas es una composición original en muchos aspectos. El evangelista coloca en su narración material nuevo con respecto a las otras narraciones evangélicas. En los primeros dos capítulos que tratan de la infancia de Jesús, Lucas se acerca a las tradiciones hebraicas con muchas referencias directas e indirectas al Antiguo Testamento. La teología, el simbolismo y todo el conjunto de los relatos de la infancia de Jesús han encontrado las raíces en el mundo semítico, diverso en muchas formas del mundo y del pensamiento griego. El evangelista ambienta el comienzo de su narración en el ambiente de los anawîm, los pobres del Señor, o sea aquéllos que se someten con gusto a la voluntad de Dios, firme en la fe que el Señor les dará la salvación en el tiempo oportuno. A los anawîm el Señor promete enviar el Mesías “enviado a llevar la buena nueva a los abatidos, a curar las llagas de los corazones destrozados, a proclamar la libertad de los cautivos, y la liberación a los encarcelados, a promulgar el año de gracia del Señor, y un día de venganza para nuestro Dios, para consolar a todos los tristes, para alegrar a los afligidos de Sion…” (Is 61, 1ss). Esta promesa de Dios se cumplirá en Jesús de Nazareth que “entrando según su costumbre el sábado en la sinagoga” (Lc 4,16), proclama que la promesa de Dios pronunciada por medio de Isaías “se ha cumplido” (Lc 4,21) en Él. Sólo los anawîm pueden recibir del hijo de José el carpintero y de María (Lc 4, 22; Mt 13, 53-58; Mc 6, 1-6; Jn 1,45) la alegre nueva de la salvación, los otros desgraciadamente se escandalizan de Él. El Mesías es humilde y dulce, su “boca” pronuncia “palabras de gracia” (Lc 4,22) por esto para acogerlo se necesita prepararse, entrar dentro de sí mismo, para acoger al prometido de Israel. Por eso el Señor amonesta por medio del profeta: “Buscad a Yahvé los humildes de la tierra, que practicáis su ley; buscad la justicia, buscad la mansedumbre, quizás quedaréis al abrigo de la ira del Señor (Sof 2,3).

En este contexto, “En el mes sexto, fue enviado el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazareth a una virgen desposada con un varón de la casa de David, llamado José. La virgen se llamaba María”. (Lc 1, 26-27). Esta virgen es una de los anawîm a la cual el Señor revela su salvación. Con ella se encuentran otros dos anawîm que “eran entrados en años” (Lc 1, 7), “un sacerdote llamado Zacarías” e Isabel que “era estéril” y por tanto sin hijo (Lc 1, 5-7). También a estos dos deshonrados (Gen 30,33; 1Sam 1, 5-8; 2Sam 6, 23; Os 9,11) se les anuncia la salvación del Señor. Desgraciadamente en Jerusalén, en el templo, durante la liturgia, lugar de la revelación, de la potencia y de la gloria de Dios, esta buena nueva no es acogida por el sacerdote (Lc 1, 8-23). Pero la Palabra de Dios no está ligada y no se la puede limitar. Dice en verdad el Santo de Israel: “Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así será la palabra salida de mi boca: no volverá a mí vacía sino que hace lo que yo quiero y cumple su misión” (Is 55, 10-11). Por eso, Isabel “en su vejez, ha concebido un hijo y este es el sexto mes para ella a la que todos llamaban estéril: nada es imposible para Dios” (Lc 1, 36-37). Este será el acontecimiento ofrecido a María como un signo “de la potencia del Altísimo” (Lc 1, 35) que se extenderá como sombra sobre ella para concebir al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo que “descenderá” sobre ella (Lc 1, 34-35). El Hijo se llamará Jesús, “será grande y llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David su padre y reinará por siempre sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin” (Lc 1,31-33). Estas palabras del ángel recuerdan las mismas dirigidas a Acaz: “El Señor mismo os dará un signo. Helo aquí: la virgen concebirá y parirá un hijo, que se llamará Emmanuel” (Is 7, 14).

Por esto, después de la concepción de Juan, o sea “en el sexto mes” (Lc 1,26), la buena noticia es bien acogida “en una ciudad de la Galilea, llamada Nazaret” (Lc 1,26) por una doncella, “virgen, prometida como esposa” (Lc 1,27). “Nazaret” y “María” hacen contraste con “Jerusalén” y “sacerdote”; así como también es contrastante la frase “presentándose a ella” con la palabra “templo”. El Señor se revela en lugares humildes y es acogido por gente humilde de las que, a juicio de los hombres, no “puede venir nada de bueno” (Jn 1,45). A María se le invita a gozar: “¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28). La presencia del Señor en medio de su pueblo es ocasión de gozo, porque la presencia del Señor lleva salvación y bendición. El saludo e invitación del ángel está dirigido a todo el pueblo de Dios en la persona de María. Por lo que, todo el pueblo de Dios está llamado a gozar y a alegrarse en el Señor su Salvador. Es el gozo mesiánico que se anuncia a todos: “Gritad de gozo y alegraos, habitantes de Sión, porque grande es en medio de vosotros el Santo de Israel” (Is 12, 6). “¡Exulta, hija de Sion, da voces jubilosas Israel, y regocíjate con todo tu corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha revocado los decretos dados contra ti y ha rechazado tu enemigo. El Rey de Israel es el Señor en medio de ti, tú no verás ya más el infortunio.” (Sof 3, 14-15ss). “Alégrate y regocíjate, hija de Sión, porque he aquí que yo vengo para habitar en medio de ti” (Zc 2, 14).

La concepción de Jesús es un acontecimiento nuevo, la primicia de la futura nueva creación operada por la potencia creativa de Dios que viene al encuentro de la imposibilidad de concebir de María, porque todavía no conoce varón (Lc 1, 34). La sombra que el Altísimo extiende sobre María recuerda la nube que de día acompañaba al pueblo en el desierto (Ex 13,22), que daba sombra al monte Sinaí revelando la gloria del Señor por seis días (Ex 19,16; 24,17). Es también un signo de la protección de Dios otorgada al justo que invoca el nombre del Señor y se pone en sus manos durante la prueba (Sal 17,8, 57,2; 140,8). En la creación, el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas, signo de la potencia creadora de la palabra de Dios (Gén 1,2).

Dios supera toda capacidad humana, nada es imposible para Él (Lc 1,47; Gen 18, 14; Jer 32,27).

Ante el Señor de la alegría, de la vida y de la salvación, María acoge su palabra generadora y creadora: “He aquí la esclava del Señor, que me suceda como has dicho” (Lc 1, 38).

b) Preguntas para orientar la meditación y actualización:

• El Señor se revela a los anawîm de su pueblo: Según tu parecer ¿quiénes son los anawîm contemporáneos a nosotros?
• Muchas veces nos sentimos como si viviéramos en un mundo hostil a la revelación de Dios. Parece también que Él ha enmudecido, que no revela más su palabra que da vida ¿Es esto verdad? Si Él todavía nos habla ¿dónde puedo encontrar su palabra viviente? ¿Cómo acogerla?
• Las potencias del mal paresen envolver nuestro inquieto mundo. Las diversas modalidades de opresión parecen que incluso oprimen también al Dios de la alegría, de la libertad, de la misericordia. ¿Cómo te comportas tú ante esta realidad? ¿Piensas que el texto de hoy pueda inspirarte un comportamiento justo ante las situaciones imposibles?
• ¿Qué piensas tú que sea la característica del comportamiento de María? ¿Te revela algo en tu vida?

ORATIO

a) Cántico de María:

«Alaba mi alma la grandeza del Señor
y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre
y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como había anunciado a nuestros padres-
en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»

b) Momentos dedicados al silencio orante

CONTEMPLATIO

[En la contemplación], de hecho, a los hombres fuertes le es consentido recogerse cuando desean estar solos consigo mismo, cultivar asiduamente los pimpollos de las virtudes y nutrirse, felizmente, de los frutos del paraíso. Aquí se conquista aquel ojo cuya serena mirada hiere de amor al Esposo, y por medio de su transparencia y pureza se ve a Dios. Aquí se practica un ocio laborioso y se descansa en una acción quieta. Aquí, por la fatiga de la lucha, Dios da a sus atletas la recompensa deseada, esto es, la paz que el mundo ignora, y el gozo en el Espíritu Santo.

Esta es aquella Raquel graciosa, de bello aspecto, que Jacob, si bien no era ella fértil de hijos, amó más que a Lía, segura que más fértil, pero de ojos legañosos. Menos numerosos, de hecho, son los hijos de la contemplación respecto a los de la acción; sin embargo José y Benjamín son amados del padre más que los otros hermanos.

Esta es aquella parte mejor que María ha escogido y que no le será quitada. (De la Carta de San Bruno a Rodolfo el Verde).

Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)