Fundador de la “Revista Escapulario del Carmen” en 1904 y Director de la misma hasta 1937
No son muchos los datos que tenemos sobre la biografía del P. Llop. No obstante, conocemos a grandes rasgos toda su trayectoria vital de la que destacaremos solamente algunos datos. Nacido en Villarreal de los Infantes (Castellón) el 9 de abril de 1874, se formó en el seno de una familia muy piadosa que, de hecho, contaba con varios religiosos. Su nombre de bautismo fue Pascual (nombre muy frecuente en Villarreal por la devoción existente a San Pascual Bailón). El padre era natural de Villarreal y tuvo en su familia tres religiosos (dos religiosas y un hermano franciscano). La madre era natural de Onda, localidad cercana en la que los carmelitas se habían establecido pocos años antes en pleno proceso restaurador.
No sería él el único religioso de la familia, ya que un hermano suyo, Guillermo, entró en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, llegó a ser Provincial y murió en la persecución religiosa de 1936. Asimismo, una hermana suya, la más pequeña, entraría en el Convento de las Madres Carmelitas de Clausura de Utrera (Sevilla) en el que tomaría el nombre de Sor Encarnación.
La madre de Pascual murió cuando éste era todavía niño y entonces, siguiendo una costumbre muy extendida en la época, ingresó en el Convento franciscano de Villarreal, donde su tío era el Padre Guardián. Pero el joven Pascual era más bien de frágil salud y sólo resistió tres años la dura pobreza franciscana de la época, por lo que se decidió que ingresara en los carmelitas de Onda, cuyo convento acababa de ser restaurado pocos años antes. No olvidemos que el Carmelo estaba todavía en España en pleno proceso restaurador y todos los carmelitas españoles formaban parte de una única provincia, lo que explica que posteriormente el P. Llop desarrollara la mayor parte de su labor en Andalucía, en cuya Provincia permaneció tras la división de provincias en 1906 (Bética y Aragovalentina)
Era el prior por aquel entonces el P. Simón María Escarano quien supo valorar al joven Pascual y animarle a continuar su camino vocacional en el Carmelo. A los 16 años, el joven Pascual emite su profesión religiosa y cambia su nombre de pila por el de Luis (por su devoción a San Luis Gonzaga), acompañado, como era costumbre en la Orden, por el de María en honor de la Virgen. En dicha celebración predicó el guardián de los franciscanos de Villarreal, es decir, su tío carnal, quien vio con alegría como su sobrino continuaba su vida religiosa aunque lo hiciera en otra Orden.
Desde el principio el P. Llop destacó como buen predicador, siempre según los cánones de la oratoria sagrada de la época (barroquismo, sermones largos, estilo no exento de retórica, etc). No obstante, no cayó el P. Llop en lo que siglos antes criticara con mordacidad el P. Isla en su célebre Fray Gerundio de Campaza, alias zote, ya que testimonian todos los que le conocieron que su predicación tenía profundidad y riqueza teológica, y que el barroquismo propio de la época no asfixiaba la frescura evangélica y el contenido teológico. Parece ser que predicó multitud de sermones por toda Andalucía e incluso en Madrid, Barcelona o en su villa natal. Fue muy valorado especialmente en Granada, cuyo obispo (don José Meseguer y Costa) le invitaba con frecuencia a dar ejercicios para «caballeros», y en Gibraltar, donde fueron muy apreciadas sus predicaciones de Cuaresma.
En 1904, estando en Osuna (Sevilla) fundó la revista El Santo Escapulario (hoy Escapulario del Carmen), de la que fue su director hasta 1937 y se convirtió desde el primer momento en un prolijo escritor, bajo varios pseudónimos, entre los cuales el más famoso sin duda fue el de Azael. En aquel convento ursaonense coincidió con el P. José María Llovera, carmelita catalán, natural de Castellón de Ampurias y con el que compartió inquietudes culturales en el renacer del Carmelo español. De hecho, junto a éste y al P. Murillo escriben mes a mes los artículos de la naciente publicación y afrontan el reto de mantener una revista de tirada mensual que, desde el primer momento, tuvo bastante éxito a nivel popular sobre todo en Andalucía. En cierto modo, y aún reconociendo las carencias técnicas y económicas de la nueva revista, se trataba de un intento más que laudable de adaptarse a los modernos medios de comunicación, tal y como más adelante se pediría desde muchas instancias de la Iglesia (don Alberione, Tito Brandsma, el decreto Inter Mirifica del Vaticano II). Desde entonces hasta ahora la revista El Santo Escapulario —que cambiaría posteriormente su nombre por el de El Escapulario del Carmen- ha seguido ofreciendo este servicio impagable a la Iglesia en Jerez, en Andalucía y en España. Por sus páginas han pasado muchísimos escritores que posteriormente destacaron en el campo de la teología, de la historia o de otros ámbitos de las llamadas ciencias sagradas.
Los más de cien volúmenes de El Santo Escapulario constituyen no sólo un arsenal de datos sobre la historia de la Orden y de la Iglesia a lo largo del convulso siglo XX, sino también una colección muy valiosa de trabajos, artículos, poemas, comentarios, etc., de autores carmelitas que han desempeñado un papel importante en la historia de nuestra Orden en el siglo pasado.
Volviendo al P. Llop, hay que señalar que, ya desde el primer número de la revista, abundan en la misma sus poesías, comentarios breves, sus relatos (los capítulos de lo que luego serán sus obras principales), artículos de fondo sobre diversos temas, etc.
Dado el éxito que sus «entregas» tenían entre los lectores de El Santo Escapulario, algunas de sus novelas y folletones se fueron publicando como tales, es decir, independientemente de la revista con una gran acogida de público y de crítica. Alguna de sus obras como El hijo del divorcio (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1918) fue traducida al italiano: Il figlio del divorzio (Roma, 1920) con notable éxito. Parece ser que incluso el Papa Benedicto XV la leyó con gran interés y la distribuyó entre sus familiares. Muchas de ellas vienen encabezadas por una frase del sermón número 25 de San Pedro Crisólogo con la que Llop parecía identificarse en su labor de escritor, sobre todo cuando tocaba temas profanos:
Et nos interdum nostris parvulis petentibus noxia, ingerimos salutaria sub specie noxiorum, fallentes insipientiam, non decipientes affectum
Esta frase dice mucho de la concepción que tenía Llop de la novela y del quehacer literario en general. Es una labor que no dudaríamos en calificar de pastoral o moral. Cuando Llop nos habla de los casinos, del juego, de los vicios de una nobleza ociosa y perezosa, de la murmuración, del lujo, de las vanidades, etc., nos está invitando a evitar todos estos vicios y está azuzando, sin acritud ni dureza excesiva, pero sí con mordacidad e ironía a los grupos y clases sociales en los que abundan los mismos.
Después de Osuna, el P. Llop fue durante algunos años prior de la comunidad de Sevilla. En 1915 fue nombrado Maestro de Novicios en Jerez de la Frontera, ciudad en la que permanecería hasta 1937, cuando salió para Portugal, donde moriría.
Otro hito que hay que destacar en la vida del P. Llop fue la coronación canónica de la imagen de la Virgen del Carmen de Jerez de la Frontera que tuvo lugar el 25 de abril de 1925. Él fue, no sólo el que ideó aquella magna celebración, sino también el alma de la campaña para que se llevase a cabo dicha coronación canónica de la popularísima Virgen del Carmen de Jerez. La corona, obra del artista valenciano José David, es una verdadera joya de orfebrería y de devoción popular (mucha gente regaló enseres personales y recuerdos familiares para su fabricación) y sigue adornando hoy la bellísima imagen de la Virgen del Carmen, tanto en el día de su fiesta, como en el llamado «triduo de la coronación» que se sigue celebrando todos los años en recuerdo de la misma.
Los actos sobrepasaron con mucho lo esperado y la coronación fue todo un espectáculo de religiosidad y devoción popular. Asistieron los Reyes don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, así como el Nuncio de Su Santidad en España, Monseñor Tedeschini que fue el encargado de llevar a cabo la coronación. Asistió también, entre otras muchas autoridades civiles y militares, don Miguel Primo de Rivera, natural de Jerez de la Frontera, quien, al parecer, le ofreció al P. Llop una sede episcopal (probablemente la de Cádiz), invitación que fue declinada con firmeza por nuestro personaje, aduciendo sus problemas de salud (la diabetes) así como la conveniencia de permanecer en la vida conventual para servir mejor a la Orden y a la Iglesia. Los actos de la coronación canónica fueron acompañados de todo tipo de actos «culturales» como los dos recitales de Miguel Fleta, comidas de toros, partidos de fútbol, etc
A raíz de la coronación (que suscitó —o mejor, acrecentó un verdadero movimiento de devoción mariano carrnelitana en Jerez), surgió la llamada Hermandad de los Caballeros de Nuestra Señora del Carmen Coronada, que fue la que promovería el traslado de los restos del P. Llop a Jerez y que todavía existe hoy. El mismo P. Llop elaboraría el himno de la coronación que (orquestado por el Maestro Navarro que fuera director de la Schola Cantorum Carmelitana) sigue cantándose hoy en las grandes celebraciones de la Virgen del Carmen jerezana y del que destacamos algunas estrofas que dicen mucho del estilo literario y poético de nuestro autor:
¡Goria a tí Emperatriz del Carmelo!
¡Gloria a tí Madre Santa de Dios!
Como Dios te corona en el cielo,
te corona Jerez con su amor.
Aunque es de oro la regia corona,
que circunda tu frente sagrada,
el amor con que ha sido labrada
es un oro que tú aprecias más.
Dígnate recibir estos dones
que te ofrece Jerez este día,
y bendícenos tú, Madre Mía,
desde el trono de Gloria en que estás.
Posteriormente el himno continúa alabando la fe del pueblo jerezano, de la Católica España y de los reyes que acudieron a la coronación. El himno, pese al tono algo pomposo y barroco propio de la poesía religiosa de la época, no está exento de belleza y de lirismo.
Otro hecho que merece la pena destacar (sobre todo por lo que influyó en su obra literaria) es el viaje que realizó a Tierra Santa y Egipto y del que prácticamente no tenemos dato alguno, pero del que podemos afirmar que marcó profundamente su obra literaria, ya que son muchas las novelas que abundan en descripciones de la Tierra Santa, del Jordán, del Monte Carmelo, de Alejandría, etc. Podemos aventurar que este viaje (o quizás otro) debió incluir Turquía, ya que las descripciones del Bósforo y de Constantinopla son detalladísimas y muestran a todas luces el conocimiento personal que el P. Llop debió tener de aquellos parajes.
Respecto a su carácter personal, solamente contamos con las descripciones que hace el poco fiable P. Juan Fernández, a cuya breve biografía nos hemos referido ya en varias ocasiones. Abundan en la misma los comentarios personales, a veces llenos de mordacidad e incluso de mal gusto, referidos a 108 supuestos enemigos del P. Llop. A ello hay que unir el hecho de que el P. Llop fue su maestro de Novicios, lo que parece provocar una lógica admiración. Asimismo, el lenguaje barroco, casi hagiográfico, que en ciertos momentos usa el P. Fernández para describir al P. Llop, hace que tomemos con cierta reserva lo que afirma de nuestro personaje, a quien, por otra parte, parece interesado en enfrentar continuamente con los que en aquellos años gobernaban la Provincia Bética.
En cualquier caso, Fernández insiste en que fue un hombre bueno, leal, con un carácter sencillo y humilde y con una gran vocación sacerdotal y religiosa que hizo patente en muchos momentos de su vida. No cabe duda, por otra parte, de que a través de sus obras Se descubre un hombre noble y generoso (estos valores los ensalza con mucha frecuencia). Sus personajes rezuman bondad, nobleza de ánimo, y en no pocos casos, dulzura y, lógicamente, algo nos dicen de la personalidad de su autor.
Parece ser que al final de su vida, por motivos de envidias y de rencillas, se vio obligado a abandonar Jerez de la Frontera, ciudad en la que había desempeñado gran parte de su labor y por la que tenía un afecto muy especial. Los últimos años de su vida los pasó en Portugal. En este último período se vio muy mermado por sus problemas de salud y, al parecer, por una caída en las escaleras del convento. Falleció en Lisboa el 20 de febrero de 1945 y sus restos fueron trasladados posteriormente a la Basílica del Carmen en Jerez en 1967.
Jerez de la Frontera le dedicó una calle, que después cambiaría de nombre (Volviendo al antiguo de calle Sedería 19), e igualmente en Sevilla el P. Luis María Llop da nombre a una céntrica calle cerca de nuestra Iglesia del Buen Suceso.
Sus novelas no fueron nunca reeditadas. Sin duda, el tiempo, los nuevos gustos literarios, el estilo de moda, etc., hicieron mella en la valoración de su literatura. No obstante, hoy, ya a mucha distancia, creemos que merece de sobra este pequeño homenaje. Por lo que sabemos, solamente el ayuntamiento de Villarreal de los Infantes en Castellón, su ciudad natal, preparó una Antología de Azael que recogía algunos poemas (tomados casi todos de Violetas secas) y algunas de sus narraciones breves (tomadas de Cuentecicos del mal humor y Noches de otoño).
(Breve Biografia extraida de El hijo de la Gracia, 2008)
Fernando Millán Romeral, O. Carm.