Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
¡Oh Dios!, fuente de todo bien, escucha sin cesar nuestras súplicas; y concédenos, inspirados por ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda. Por nuestro Señor.
2) Lectura del santo Evangelio según Mateo 5,33-37
«Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Pues yo os digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje: `Sí, sí’ `no, no’: que lo que pasa de aquí viene del Maligno.
3) Reflexión
• En el evangelio de hoy, Jesús hace la relectura del mandamiento: “No jurar el falso”. Y aquí también, va más allá de la letra, busca el espíritu de la ley y trata de indicar el objetivo último de este mandamiento: alcanzar la trasparencia total en la relación entre las personas. Aquí vale aplicar lo que ya dijimos respecto de los mandamientos: “No matar” y “No cometer adulterio”. Se trata de una nueva manera de interpretar y poner en práctica la Ley de Moisés desde la nueva experiencia de Dios como Padre/Madre que Jesús nos trae. Jesús relee la ley a partir de la intención que Dios tenía al proclamarla, siglos atrás, en el Monte Sinaí.
• Mateo 5,33: Se dijo a los antepasados: No perjurarás. La ley del AT decía: “No jures el falso”. Y aumentaba diciendo que la persona tiene que cumplir con sus juramentos para con el Señor (cf. Núm 30,2). En la oración de los salmos se dice que solamente puede subir a la montaña de Yavé y llegar al lugar santo “aquel que tiene las manos inocentes y el corazón puro, que no confía en los ídolos, ni hace juramento para engañar” (Sal 24,4). Lo mismo se dice en diversos otros puntos del AT (Ecl 5,3-4), pues tiene que poder confiar en las palabras del otro. Para favorecer esta confianza mutua, la tradición había inventado una ayuda al juramento. Para dar fuerza a su palabra, la persona juraba por alguien o por algo que era mayor que ella y que podría llegar a castigarla en caso de que no cumpliera lo que prometió. Y así es hasta hoy. Tanto en la iglesia como en la sociedad, hay momentos y ocasiones en que se exigen juramentos solemnes de las personas. En el fondo, el juramento es la expresión de la convicción de que nunca se puede confiar enteramente en la palabra del otro.
• Mateo 5,34-36: Pues yo os digo que no juréis en modo alguno. Jesús quiere sanar esta deficiencia. No basta “no jurar el falso”. Va más allá y afirma: “Pues yo os digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Juraban por el cielo, por la tierra, por la ciudad de Jerusalén, por la propia cabeza. Jesús muestra que todo esto es remedio que no cura el dolor de la falta de trasparencia en la relación entre personas. ¿Cuál es la solución que propone?
• Mateo 5,37: Sí, sí. No, no. La solución que Jesús propone es ésta: “Diga apenas ‘sí’, cuando es ‘sí’; y ‘no’, cuando es ‘no’. Que lo que pasa de aquí viene del Maligno”. El propone la honradez total y radical. Nada más que esto. Lo que pasa de aquí, viene del Maligno . Aquí, de nuevo, nos encontramos ante un objetivo que quedará siempre ante nosotros y que nunca llegaremos a cumplir del todo. Es otra expresión del nuevo ideal de justicia que Jesús propone: Sed perfectos como el Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Jesús elimina desde la raíz cualquier intento de crear en mí la convicción de que me salvo por mi observancia de la ley. Nadie podrá merecer la gracia de Dios. Ya no sería gracia. Observamos la Ley, no para merecer la salvación, sino para agradecer de corazón la inmensa bondad gratuita de Dios que nos acoge, perdona y salva sin algún merecimiento de nuestra parte.
4) Para la reflexión personal
• ¿Cómo es mi observancia de la ley?
• Alguna vez, ¿he experimentado en mi vida algo de la bondad gratuita de Dios?
5) Oración final
Bendigo a Yahvé, que me aconseja;
aun de noche me instruye la conciencia;
tengo siempre presente a Yahvé,
con él a mi derecha no vacilo. (Sal 16,7-8)
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)