Viernes Santo en la Pasión del Señor
La Pasión de Cristo según Juan
Juan 18,1 – 19,42
1. Recojámonos en oración – Statio
Ven, Tú, refrigerio, delicia y alimento de nuestras almas.Ven y quita todo lo que es mío, e infunde en mí sólo lo que es tuyo.
Ven, Tú que eres el alimento de todo casto pensamiento, círculo de toda clemencia y cúmulo de toda pureza.
Ven y consuma en mí todo lo que es ocasión de que yo no pueda ser consumada por ti.
Ven, oh Espíritu, que siempre estás con el Padre y con el Esposo, y repósate sobre las esposas del Esposo. (Sta. María Magdalena de Pazzis, O. Carm, en La Probatione ii, 193-194)
2. Lectura orante de la Palabra – Lectio
Del Santo Evangelio según Juan 18,1 – 19,42
¹Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. ²Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. ³Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. ⁴Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?» ⁵Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. ⁶Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. ⁷Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». ⁸Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.» ⁹Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno.» ¹⁰ Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. ¹¹Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?» Jesús ante Anás y Caifás. Negaciones de Pedro. ¹²Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron ¹³y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año. ¹⁴Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. ¹⁵Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote, ¹⁶mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. ¹⁷La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» Dice él: «No lo soy.» ¹⁸Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. ¹⁹El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. ²⁰Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ²¹¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho.» ²²Apenas dijo esto, uno de los guardias, que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?» ²³Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» ²⁴Anás entonces le envió atado al sumo sacerdote Caifás. ²⁵Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?» Él lo negó diciendo: «No lo soy.» ²⁶Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con él?» ²⁷Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.
Jesús ante Pilato. ²⁸De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua. ²⁹Salió entonces Pilato fuera hacia ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?» ³⁰Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado.» ³¹Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley.» Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie.» ³²Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. ³³Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?» ³⁴Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» ³⁵Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» ³⁶Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.» ³⁷Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.» ³⁸Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir hacia los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él. ³⁹Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al rey de los judíos?» ⁴⁰Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!» Barrabás era un salteador. ¹⁹:¹Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. ²Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; ³y, acercándose a él, le decían: «Salve, rey de los judíos.» Y le daban bofetadas. ⁴Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él.» ⁵Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre.» ⁶Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo no encuentro en él ningún delito.» ⁷Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.» ⁸Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. ⁹Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Pero Jesús no le dio respuesta. ¹⁰Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?» ¹¹Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado.» Condena a muerte. ¹²Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César.» ¹³Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. ¹⁴Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta.
Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro rey.» ¹⁵Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César.» ¹⁶Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.
La crucifixión.
Tomaron, pues, a Jesús, ¹⁷y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, ¹⁸y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. ¹⁹Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el rey de los judíos.» ²⁰Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. ²¹Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: `El rey de los judíos’, sino: `Éste ha dicho: Yo soy rey de los judíos’.» ²²Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito.» Reparto de los vestidos. ²³Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. ²⁴Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.
Jesús y su madre. ²⁵Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. ²⁶Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» ²⁷Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Muerte de Jesús. ²⁸Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.» ²⁹Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. ³⁰Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
La lanzada. ³¹Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne- rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. ³²Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. ³³Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, ³⁴sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. ³⁵El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. ³⁶Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. ³⁷Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
La sepultura. ³⁸Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. ³⁹Fue también Nicodemo -aquel que anteriormente había ido a verle de noche- con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. ⁴⁰Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. ⁴¹En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. ⁴²Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
3. Rumiar la Palabra – Meditatio 3.1
Clave de lectura:
3.1.1. Preguntas y sugerencias para orientar la meditación y la actualización
4. Oratio
¡Oh Sabiduría Eterna!. ¡Oh Bondad Infinita! ¡Verdad Infalible! ¡Escrutador de los corazones, Dios Eterno! Haznos entender, Tú que puedes, sabes y quieres! Oh Amoroso Cordero, Cristo Crucificado, que haces que se cumpla en nosotros lo que tú dijiste: “Quien me siga, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). ¡ Oh luz indeficiente, de la que proceden todas las luces! ¡Oh luz, por la que se hizo la luz, sin la cuál todo es tinieblas, con la cuál todo es luz. ¡Ilumina, ilumina e ilumina una y otra vez! Y haz penetrar la voluntad de todos los cooperadores que has elegido en tal obra de renovación. ¡Jesús, Jesús Amor, transfórmanos y confórmanos según tu Corazón! ¡Sabiduría Increada, Verbo Eterno, dulce Verdad, tranquilo Amor, Jesús, Jesús Amor! (Santa María Magdalena de Pazzis, O. Carm., en La Renovación de la Iglesia, 90-91)
5. Contemplatio
Repite con frecuencia, con calma, estas palabras de Jesús, asociado a Jesús en el ofrecimiento de si mismo: “Padre en tus manos entrego mi Espíritu”
Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)