Basílica de Nuestra Señora del Carmen Coronada – Al servicio de la Iglesia, la fe y la cultura – Jerez de la Frontera

Viernes, 15 Noviembre 2024

San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia

1) Oración inicial

Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor.

2) Lectura del santo Evangelio según Lucas 17,26-37

Y dijo Jesús a sus discípulos: “Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo que los hizo perecer a todos. Así sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste. «Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y, de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: al uno tomarán y al otro le dejarán; habrá dos mujeres moliendo juntas: a una la tomarán y a la otra la dejarán.» Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?» Él les respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres.»

3) Reflexión

El evangelio de hoy sigue la reflexión sobre la llegada del fin de los tiempos y trae palabras de Jesús sobre cómo preparar la llegada del Reino. Era un asunto candente, que en aquel tiempo, causaba mucha discusión. Quien determina la hora de la llegada del fin es Dios. Pero el tiempo de Dios (kairós) no se mide por el tiempo de nuestro reloj (chronos). Para Dios, un día puede ser igual a mil años, y mil años igual a un día (Sal 90,4; 2Pd 3,8). El tiempo de Dios corre de forma invisible dentro de nuestro tiempo, pero es independiente de nosotros y de nuestro tiempo. Nosotros no podemos interferir en el tiempo, pero debemos estar preparados para el momento en que la hora de Dios se hizo presente en nuestro tiempo. Puede ser hoy, puede ser de aquí a mil años. Lo que da seguridad, no es saber la hora del fin del mundo, sino la certeza de la presencia de la Palabra de Jesús presente en la vida. El mundo pasará, pero su palabra no pasará jamás (Cf. Is 40,7-8).

• Lucas 17,26-29: Como en los días de Noé y de Lot. La vida corre normalmente: comer, beber, casarse, comprar, vender, plantar, construir. La rutina puede envolvernos de tal forma que no conseguimos pensar en otra cosa, en nada más. Y el consumismo del sistema neoliberal contribuye a aumentar en muchos de nosotros esta total desatención a la dimensión más profunda de la vida. Dejamos entrar la polilla en la viga de la fe que sustenta el tejado de nuestra vida. Cuando la tormenta derriba la casa, muchos dan la culpa al carpintero: “¡Mal servicio!” En realidad, la causa de la caída fue nuestra prolongada desatención. La alusión a la destrucción de Sodoma como figura de lo que va a suceder al final de los tiempos, es una alusión a la destrucción de Jerusalén de parte de los romanos en el año 70 dC (cf Mc 13,14).
• Lucas 17,30-32: Así será en los días del Hijo del Hombre. “Así sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.”. Difícil para nosotros imaginar el sufrimiento y el trauma que la destrucción de Jerusalén causó en las comunidades, tanto de los judíos como de los cristianos. Para ayudarlas a entender y a enfrentar el sufrimiento, Jesús usa comparaciones sacadas de la vida: “Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y, de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás”. La destrucción vendrá con tal rapidez que no merece la pena bajar a la casa para buscar algo dentro (Mc 13,15-16). “Acordaos de la mujer de Lot” (cf. Gén 19,26), esto es, no miréis atrás, no perdáis tiempo, tomad la decisión e id adelante: es cuestión de vida o de muerte.
• Lucas 17,33: Perder la vida para ganar la vida. “Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará”. Sólo se siente realizada la persona que es capaz de darse enteramente a los demás. Pierde la vida la que la conserva sólo para sí. Este consejo de Jesús es la confirmación de la más profunda experiencia humana: la fuente de la vida está en la entrega de la vida. Dando, se recibe. “En verdad os digo: el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo. Pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24). Lo importante es la motivación que añade el evangelio de Marcos: “Por mí y por el Evangelio” (Mc 8,35). Al decir que nadie es capaz de conservar su vida con su propio esfuerzo, Jesús evoca el salmo donde se dice que nadie es capaz de pagar el precio del rescate de la vida: “Nadie puede rescatar al hombre de la muerte, nadie puede dar a Dios su rescate; pues muy caro es el precio de rescate de la vida, y ha de renunciar por siempre continuar viviendo indefinidamente sin ver la fosa”. (Sal 49,8-10).
• Lucas 17,34-36: Vigilancia. “Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: al uno tomarán y al otro le dejarán; habrá dos mujeres moliendo juntas: a una la tomarán y a la otra la dejarán.” Evoca la parábola de las diez vírgenes. Cinco eran prudentes y cinco necias (Mt 25,1-11). Lo que importa es estar preparado/a. Las palabras: “Una la tomarán y otra la dejarán” evocan las palabras de Pablo a los Tesalonicenses (1Tes 4,13-17), cuando dice que en la venida del Hijo seremos arrebatados al cielo junto con Jesús. Estas palabras “dejados atrás” proporcionan el título de una terrible y peligrosa novela de extrema derecha fundamentalista de Estados Unidos: “Left behind!” Esta novela no tiene nada que ver con el sentido real de las palabras de Jesús.
• Lucas 17,37: ¿Dónde y cuándo? “Los discípulos preguntaron: «¿Señor, dónde ocurrirá esto?» Jesús respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres». Respuesta enigmática. Algunos piensan que Jesús evoca la profecía de Ezequiel, retomada en el Apocalipsis, en la cual el profeta se refiere a la batalla victoriosa final contra los poderes del mal. Las aves de rapiña o los buitres serán invitadas a comer la carne de los cadáveres (Ez 39,4.17-20; Ap 19,17-18). Otros piensan que se trata del valle de Josafat, donde tendrá lugar el juicio final según la profecía de Joel (Joel 4,2.12). Otros piensan que se trata simplemente de un proverbio popular que significaba más o menos lo mismo que dice nuestro proverbio: “¡Cuando el río suena, agua lleva!”

4) Para la reflexión personal

• ¿Soy del tiempo de Noé y de Lot?
• Novela de extrema derecha. ¿Cómo me sitúo ante esta manipulación política de la fe en Jesús?

5) Oración final

Dichosos los que caminan rectamente, los que proceden en la ley de Yahvé. Dichosos los que guardan sus preceptos, los que lo buscan de todo corazón. (Sal 119,1-2)

Fuente: Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (https://ocarm.org/es/)